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El Nacimiento del Hijo

Para todo el mundo es complicado ir del escenario Uno al, llamado por la organización del HellFest, Templo, pero aún lo es más cuando eres una mujer embarazada, y no lo sabes, que pesa ciento veinte kilos y te has pasado con el alcohol, la coca, te está subiendo el par de anfetas con la cara de Pocoyo que te han regalado, y has inhalado los vapores de una bolsa de plástico que un posible ligue te ha dado. Pero Tomasa es así, y nadie la cambiará por mucho que lo intente el mundo. Va de camino a ver a Mayhem, y aunque no soy muy fan de su música, les respeto por todo el trabajo bien hecho que hicieron en mi nombre hace años, así que no le tendré en cuenta que ponga en peligro a mi hijo.

Aunque quizá con todo lo que lleva encima y los golpes que le están dando cuando no consigue pasar entre el tumulto de gente, Virgi me salga mejor de lo que quiero. Nunca se sabe.

Llevo años queriendo tener descendencia, alguien a quien mirar a los ojos y decirle <<formas parte de mí, y yo de ti>> y todas esas tonterías que muchos padres dicen y que, incluso yo, necesito transmitir a alguien. Son muchos años de hacer el mal, de destruir las mentes de las personas que buscan el bien en la Tierra y, una vez en mi reino, sufren y lloran y me piden clemencia, encontrando como respuesta el peor de los sufrimientos, y sentí que me llegó mi momento hace unos nueve meses, cuando intoxiqué toda la línea que LoneyHoney hizo de los consoladores MotörHead. Sabía que habría uno de dos problemas: que nadie los usaría, y ahí se habría perdido una paja que disfruté muchísimo, o que me salieran mil millones de hijos, pero por suerte fue un punto intermedio y solamente unas cien mujeres en todo el mundo se atrevieron a ponerlo en la velocidad máxima (un brutal 12). Muchas de ellas murieron durante el orgasmo, otras porque me pasé corriéndome y el útero les explotó en cuanto llegaron mis soldados a él, y de las demás solo Tomasa ha llegado viva al noveno mes (podríamos decir que por ser la menos yonki de todas). Así que la miro con ilusión mientras camina luchando con la gente, su peso, el suelo lleno de barro y suciedad y, sobre todo, su propia locura producto de las drogas.

Cuando llega a la puerta de la carpa los primeros acordes chocan con su dolorido cerebro como relámpagos cargados de crack, por lo que sus piernas ceden y cae de rodillas haciendo que dé por perdida mi última oportunidad.

Pero no, mil veces no; mi Virgi será el nuevo Diablo en la Tierra.

Tomasa llora al notar las primeras contracciones, y comienza a gritar <<¡putos moros y sus kebabs!, ¡me habéis intoxicado! ¡¡Voy a reventar!!>>, y expulsa una ventosidad, o eso cree ella, porque en realidad es un pedo vaginal que acaba en rotura de aguas.

Todos los que pasan a su lado creen que es solamente una borracha que se está meando encima de la emoción de estar en el concierto de Mayhem, pero entonces Tomasa comienza a darse cuenta de lo que realmente está pasando cuando un pie asoma de su fétido coño y comienza a darle paradas en la parte interior de los muslos. Va a salir guerrero; genial. Asustada por lo que ya sabe que va a pasar, y sin comprender como no ha notado que estaba encinta todo este tiempo, se pone de pie y trata de correr hacia los lavabos móviles, alcanzándolos cuando la segunda pierda de mi hijo en la Tierra asoma e imita al anterior, esta vez en el otro muslo. La lucha entre madre e hijo, la primera de muchas, comienza a tener un ganador claro en el momento en que ella entra en el primer lavabo que encuentra libre colándose y recibiendo insultos de toda la fila, regalándoles solo un ahogado grito que dice <<¡¡estoy pariendo, hijosdelagranputa!!>>

Envuelta en un olor que solo puede describirse como una mezcla perfecta entre heces poco sólidas, orina reseca en las paredes, restos de semen escupido y vómito todavía fresco, Tomasa apoya con fuerza sus brazos en las paredes y comienza a apretar como si la vida le fuera en ello, cosa que así es, pero se encuentra con un problema gigantesco: Virgi se ha agarrado al techo de su hogar y, con impulso, sigue empeñado en darle una paliza a la parte superior de las piernas de su madre, clavándole las finas uñas con tanto ahínco que algunas las pierde, pero poco a poco con más fuerza y contundencia. Pero su madre no es una de esas mujeres que lloran al primer golpe ni tacha de maltratador a cualquiera que le dé un empujón, la Tomasa es alguien que ha aguantado mucho en la vida, y decide que este puto crío no va a ganarle la partida, así que le agarra los tobillos y tira mientras le llama de todo menos bonito, hasta que consigue que solo quede dentro de ella la cabeza, que continua luchando a base de mordiscos y escupitajos.

Ya solo falta el último empujón, uno más, y este llega junto con un pedo que expulsa todo lo que el cuerpo de la madre lleva aguantando en su interior los últimos tres días, por lo que Virgi cae al váter, rebota, choca contra la puerta, que se abre, y rueda por el barro ante la atenta mirada de todos los que hasta hace un segundo insultaban a Tomasa, frenando cuando el cordón umbilical llega a su máxima longitud.

Al tocar por primera vez el mundo que le aguantará durante los próximos 33 años, lo ha hecho envuelto de diarrea con olor a comida de cinco nacionalidades distintas.

Y ahí viene su primer y último llanto mientras viva, porque mi primer hijo, el primer Príncipe de la Tinieblas que caminará sobre el planeta azul, no va a dar su brazo a torcer jamás, ante nada ni nadie, y romperá todas las leyes habidas y por haber solo para hacer que el hombre sea libre de toda atadura.

Y si para lograrlo tiene que matarlos a todos, que así sea.

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