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El dedo de un bebé

En ocasiones la lista de tareas en el día a día de mi hijo era tan agotador como el de un autónomo con familia numerosa y tres amantes en la recamara, y es que pretender dominar el mundo, doblegar la voluntad humana y, de regalo, querer que te dejen dormir hasta tarde son términos que se llevan igual de bien que el semen con los globos oculares. Escuece, pica, te hace odiar a quien sea que esté delante tuyo, aunque hay que reconocer que pasado un tiempo (muy largo, eso sí) acabas recordando ese episodio con humor y hasta algo de amor. Por eso el despertar de aquel día fue tan especial. Lo primero que se encontró, para su alegría, no fue la cara de gilipollas de su nuevo hermano Bastian, algo que sin duda le sorprendió, sino el de su hijo Yisus, que jugueteaba con el fémur de algún pobre desgraciado al que, a juzgar por la sangre que aún goteaba de él, seguramente todavía le quedaban algunos minutos de agonía mientras se moría desangrado. ─¡Hijo mío! ─grito Virgilio abrazando a la sangre de su sangre, con cuidado de no clavarse las partes más roídas y que arañaban del nuevo juguete de su hijo. El bebé, que parecía mucho más pequeño de lo que Virgi recordaba, hacía muy poco caso a su progenitor y sus besos de tornillo y pequeños cachetes en las mejillas con su sagrado miembro viril (algo que solía hacerle para que Yisus no olvidase de dónde había venido), lo que le hizo que mi hijo se pusiera alerta. ─¿Pasa algo? ─le preguntó al mudo bebé y a su boca llena de hueso pulverizado y ligamentos todavía húmedos. ─, ¿por qué no jugueteas con mi pene como siempre? La respuesta fue tan extraña como sobrecogedora; la pequeña mano de Yisus se alzó y con su diminuto dedo índice señaló algo que estaba en la espalda de Virgi. ─Peligro ─dijo con un acento murciano que a mi hijo le hizo temer una anormalidad genética congénita debido a las drogas consumidas durante el parto por parte de Eva. Al girarse Virgi pudo observar como una ola llena de tiburones, delfines, ballenas y algún despistado perforador de petróleo, se acercaba a ellos, amenazando no solo su vida, sino también la de cualquier cosa que se topase en su camino. ─¡No! ─el dramatismo de mi hijo, animado por el instinto paternal, no iba emparejado con sus actos, que fueron simple y llanamente guardarse la polla en los pantalones, agarrar a su hijo, y darse la vuelta con calma en dirección a un McDonals cercano, que como todo el mundo sabe será lo último que quedará en pie cuando el fin del mundo, como parecía ser aquello, llegase. Las sospechas de mi hijo no cayeron en saco roto, y la ola no pudo con los muros del capitalismo más salvaje y los asesinatos más tapados por la sociedad, y tras colocar a Yisus en una silla de bebé y desahogar sus nervios con una dependienta pechugona que encontró delante de la máquina de freír patatas (y que no la chupaba, seguramente por el aceite que cubría la gran inmensidad de su cuerpo, nada mal), se asomó por la ventana de McAuto y comenzó uno de esos discurso peñazo que a veces le gustaba hacer, y que no transcribiré porque no tuvo ni substancia ni sentido. Así que vayamos a lo que pasó después. ─No papá ─la voz de Yisus se parecía mucho a la de Morgan Freeman; algo lógico si tenemos en cuenta que el bebé tenía sangre de dioses. ─, no es tiempo de discursos tostón. Ahora es tu momento de demostrar tu valía. ─¿A qué te refieres? ─A que ahora, debes despertar y enfrentarte a tus miedos… ─y Yisus se puso de pie y bailo una jota mezclada con sardanas, todo eso con zapatos de claqué, y después estiro las manos y dio dos palmas como si quisiera que las luces automáticas de una habitación de hotel de 200 euros la noche se encendieran. ─¡Ah! ─el terror que sintió mi hijo al despertar de aquel extraño sueño se acentuó cuando se encontró a Bastian con la boca llena de las heces que mi hijo había expulsado mientras dormía y que, debido a que aquel imbécil al que estaba obligado a llamar hermano había decidido dormir con la lengua metida en el ano de Virgi, llenaban su cavidad bocal ya de por sí apestosa y repugnante. ─¿Gue pasha, Hegmanog? ─Bastian tragó antes de seguir hablando, para acto seguido untar en pan lo que aún goteaba de sus labios. ─, ¿una pesadilla? ─Sí… una muy real ─contestó pensativo mientras se lavaba el culo con el cepillo de dientes de mi recién encontrado hermano coprófago. ─¿Salía Yisus? ─los ojos de Virgi se abrieron como platos y, sin pensárselo, agarró a Bastian del cuello y le preguntó que cómo podía saber eso. ─. ¿Cómo lo sé?... Pues... ¡Porque soy Baaaaaaaatmaaaaaaaan! ─y se quitó la cara de un tirón, mostrando su verdadero rostro; en de Ben Affleck. ─¡Joder! ─este despertar si fue el definitivo, y fue exactamente igual en todo al anterior, excepto que no eran heces lo que Bastian tenía en la boca, sino una familia de ratones que habían anidado en sus numerosas y monumentalmente grandes caries, ni se quitó la cara para descubrir su verdadera identidad. Bastian no despertó, y eso le dio a Virgilio un segundo para pensar que, sin duda, necesitaba unas pequeñas vacaciones. Así que metio su mano en el bolsillo donde guardaba los billetes de avión y sacó el siguiente destino, deseando que fuera algo exótico y lleno de personas amables que le ayudasen a descansar. ─Perfecto ─susurró al leer la siguiente ciudad. ─, me cago en la puta………. 


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