top of page

El héroe que el mundo no necesita

El día en que Virgilio cumplió años, y que le pilló en la capital de España (que era Altsasu por aquel entonces) haciendo escala en el aeropuerto para ir a Bélgica, donde tuvo el pálpito de que encontraría a su hijo o, al menos, mucho indeseable con mucha jeta y pocas ganas de decir la verdad, ese día que pasó solo, en el que nadie le felicitó, coincidió con ese que yo siempre había temido: con la tasa de asesinatos de mi hijo en records estratosféricos. Cuando empezaron a ocurrir los primeros fenómenos, que anunciaban la catástrofe decidí que la mejor manera era bajar a la Tierra y hablar directamente con mi hijo, y aunque me daba un palo increíble tuve que hacerlo porque aquel problema iba a llevarse por delante todo lo que habitaba en el planeta; incluido mi Virgilio Delfín. Adopté la forma de una pelirroja de grandes pechos y ojos color miel, por eso de que si quieres que la gente no te preste atención es mejor robársela descaradamente, y ascendí al mundo de los vivos tan deprisa como pude. El problema es que Virgi se había topado con un grupo de forofos del futbol que estaban festejando algún estúpido título, y estaban todos tan borrachos y violentos que en cuanto di el primer paso caí en la cuenta en el error que había cometido al adoptar esa imagen. ─¡PERO QUE CULETE TENEMOS AHÍ! ─gritó el primero de todo invitando al resto, incluido mi hijo, a girarse y devorarme con la mirada. Los comentarios de los demás oscilaban entre invitaciones a comerles la polla, otras a que me abriera de piernas y sabría lo que es una buena polla, y el que me descolocó más, y que fue algo parecido a Quieres casarte conmigo pero donde a la vez me decía que estaría dispuesto a matar a su mujer. Hombres cis heteropatriarcales de manual. Los adoro. ─Virgilio ─no hizo falta que dijese nada más. Él notó quién era y el tono severo de mi voz hizo el resto. ─Si me disculpáis ─se disculpó ante sus nuevos amigos. ─, la señorita y yo tenemos que hablar. ─Buena idea; tú dinos donde te la llevas ─susurró en más bajito y corpulento de todos. ─, y aparecemos todos y nos montamos una pequeña fiesta privada. ¿Sí? Aquel plan idiota de violarme no le pareció a Virgi del todo correcto (creo que no solo porque sabía quién era, sino también porque aquello anormales ocultaban un lado oscuro en su alma que mi hijo prefirió no dejar ser libre. ─Tengo una idea mejor… ─levantó un dedo con tanta velocidad, y su conjuro escapó de su interior con tanta fuerza, que no pude impedirle que a aquello futboleros les creciese en su interior una pequeña mujer, bella y de largas piernas, haciendo que todos sus órganos, músculos y huesos luchasen por continuar dentro de aquel cuerpo. No lo lograron, ocasionando una serie de explosiones, que empaparon el suelo, techo, paredes y demás personas que pasaban por allí, destruyeran la vida de aquellos becerros de pequeños penes y muchas ganas de usarlos. ─¡No!, joder, hijo. Estoy aquí justo por eso… ¡Joder! ─¿De qué hablas, padre? ─De que vas a tener que frenar un poco esta vena asesina, o al menos dirigirla en la buena dirección… eso digo. ─Te refieres a que… no jodas. ─Sí, hijo ─traté de hacerlo tan épicamente como pude, aunque no sé si lo logré. ─. El Infierno se ha llenado y vamos a tener que devolver un gran número de almas a la Tierra. ─Cojonudo…. El problema de que las reglas para ir al cielo o al infierno fueran tan férreas, y que no las habíamos revisado en milenios, era que la gran mayoría de las personas (casi el 98%, tirando por lo bajo) acababan llegando a mi reino y, aunque es monstruosamente infinito, en algún momento el vaso se tiene que llenar y empezar a derramarse. ─¿Y qué se supone que debemos hacer? ─¿Debemos?, hijo, a ver… ¡Esto es culpa tuya! Si no matases tan indiscriminadamente, y centrándote solo en personas horribles o pecadoras, esto no habría pasado hasta dentro de 3 años (que coincidirá con el aniversario de la muerte de Donald Trump (el nuevo día de la patria en Estados Unidos)). Así que, lo siento, pero a partir de ahora solo vas a poder matar a todos los que, excluidos del Infierno y cabreados como monas, pululen por el mundo. ─Menuda putada… estaba buscando a mi hijo, por si no lo sabes ─que pesado con el puto niño, pensé. ─A ver, Virgi, chaval: Yisus está perfectamente con su nueva familia, que le está obligando a un sinfín de tareas repugnantes y blasfemas en su graja a las afueras de Albacete. ─¿Entonces sabes dónde está? ─una pequeña lágrima hizo puenting desde sus pestañas. ─¡GENIAL! ─además de psicópata, bipolar… ─A ver si te centras, ¿has comprendido el problema y la forma de solucionarlo? ─Síííí, solo matar a los que vuelvan a la vida… ─Ah, se me olvidaba, y solo a los que YO te diga. ─Así que… ─noté, casi me dejó ciego en realidad, ese brillo en sus ojos. El que me iba a obligar a decirlo en voz alta. ─Vamos a estar en contacto todos los días… sí ─el tener hijos es un puto coñazo, sobre todo por este tipo de cosas. ¿Tan difícil sería hacer como las bestias y dejarlos libres pululando por la Tierra sin que los padres se preocupasen de nada? mi hermano se lo curro a la hora de crearlos; valiente panda de inútiles. Virgi hizo algo impropio de él, algo que me desarmó por completo y que me obligó a permanecer estático por miedo a lo que pudiera pasar si me movía un poco: me abrazó. Un calor extraño y que no comprendí pasó de las palmas de sus manos a mi espalda, una energía que había nacido en el corazón de mi hijo todos y cada uno de los días en que había sufrido por la vida de su Yisus. Algo que me atreví a bautizar como “amor”, pero tampoco me hagáis mucho caso porque lo que yo entiendo por esta sensación es dar aviso a uno de mis esclavos de que voy a penetrarlo por el ano. ─¿Y cuándo empezamos? ─seguía bien agarrado a mí, tanto que solo vi de reojo el reloj de mi fina muñeca de anoréxica de manual. ─Pues me temo que… ─un crujido hizo temblar los cimientos de la humanidad, creando una marea de gritos y de sacrificios humanos (por parte de las tribus más remotas) que buscaban la salvación que estaba solo en manos de Virgilio Delfín. ─, ahora mismo. De las grietas del suelo salieron vapores de color rojizo, del que escapaban hilos finos que representaban las almas de todos los habitantes del Averno, de todos y cada uno de mis esclavos que, al quedarse sin espacio, habían buscado en la libertad la mejor manera de escapar del sufrimiento. Y ahora la salvación de la humanidad, las vidas de millones de personas vivas y muertas, estaba en las manos del mayor genocida sobre la faz de la Tierra. ─Pues vamos allá ─anunció Virgilio Delfín. Y esta es su historia… 


Capítulos recientes
bottom of page