top of page

La salchicha que todos llevamos dentro

El viaje a su primer destino fue muy ameno, debido sobre todo a que supo robar los billetes de un modo inteligente, y los cogió todos en VIP-PLUS-HIJODEPUTA-LISTILLO, lo que le daba, además de un par de azafatas (uno hombre y negro y la otra mujer y árabe, por eso de la paridad y la diversidad cultural) a las que podía pedirles lo que le pasase por la cabeza (que fueron durante la primera hora que los dos se lo montaran sadomasoquistamente y, durante la segunda, que le lamieran los huevos a mi hijo sin parar mientras se alternaban) y beber y comer cualquier cosa (cayeron dos focas bebes fritas en su propia sangre, un par de filetes de ballena, y una sopa de aleta de delfín blanco virgen, todo regado en vino francés caro de cojones) . ─Damas, caballeros, y Virgilio Delfín, en breves momentos llegaremos a Berlín, capital del nuevo centro económico mundial: Alemania. Esperamos que hayan tenido un buen vuelo y que nadie haya osado molestar al señor Delfín ─anuncio la voz del piloto, que sonaba algo asustado pero desde luego su educación era intachable. Mi hijo tuvo un pálpito cuando sacó de su bolsillo, en el aeropuerto, el billete donde estaba escrito Berlín, pues tenía entendido que esa ciudad, y todo el país que la poseía, eran el ejemplo terrícola de la falta de flexibilidad y humor, por lo que tenían muy introducido en la cabeza y el corazón el noble arte de cumplir órdenes y no preguntar por qué. Eso iba a serle de mucha ayuda para conseguir que sus autoridad no perdiera ni un poco de su esencia. O al menos eso había planeado él… Cuando aterrizó el avión entró en su nariz el característico olor a salchichas asadas, fritas, empanadas, de oso, buey, ciervo, rata, cerdo e incluso francés (el canibalismo había sido aceptado en el país tras la Tercera Guerra Mundial, en la que se pasó mucho hambre y sobraban niños y adolescentes tontos por doquier). El hambre, incluso habiéndose alimentado muy bien en el vuelo, volvió al alma de Virgi como el recuerdo de una ex que la chupaba muy bien, así que sin dudarlo se acercó a una parda cerca de la salida del aeropuerto y pidió una de cada mientras miraba fijamente a los ojos al cabeza cuadrada del dependiente. ─Y no pienso pagarte ─dijo mi hijo. ─¿No dinero? ─el español del servicio no era del todo perfecto, pero al menos había una cierta comprensión. ─, ¿eso por qué? ─Porque soy Virgilio Delfín ─la decisión de mi hijo era muy potente, pero no supo entender lo que pasaba. ─No dinero, tú hambre. Aquello descolocó a mi hijo, pues era la primera vez que sus poderes mentales no lograban que la voluntad de un humano se doblegara. Observó a aquel hombre que, a simple vista, parecía del todo normal, y trató de volver a introducirse en su mente. ─Deme… lo que le he… pedido ─una gota de sudor con sabor a esfuerzo le caía por la patilla y se despidió de él al pasar por el cuello de su camiseta de camino a su hombro. Pero el sacrificio fue en vano. ─¿Dinero?, no. ¿Comida?, tampoco. La mente de aquella raza, que durante el siglo XX y XXI había sido catalogada como superior (por ellos mismos al principio y por el resto de Europa después), era tan potente como cuadrada, y por muchos trucos que tratara de usar Virgi no con seguía nada de lo que pretendía. Así que optó por dejar aquel asqueroso lugar con olor a carne especiada y recorrió las calles de aquella ciudad entre la intriga y la preocupación, pues no se le ocurría nada que hacer para poder conseguir la información que necesitaba para encontrar a su hijo Yisus. Hasta que aquel hombre se cruzó en su camino. A primera visto no tenía otra imagen que la de un mendigo lleno de mierda y con la cara con los idénticos rasgos que una calavera enterrada durante 100 años en una caja de madera en medio del desierto, pero sus ojos estaban tan vivos como el Sol, y se iluminaron como la Luna llena cuando se fijó en mi hijo. ─¿Eres tú? ─su español era tan corrector como el de un profesor de literatura de instituto de pago. ─¿Quién eres tú? ─Una vez fui profesor de literatura en un instituto de pago ─lo que yo había dicho ─pero la mala suerte se cebó conmigo cuando mi mujer se lio con mi mejor amigo, que estaba en tratamiento hormonal para cambiar de sexo, y cuando se enamoró de él decidió que ella quería ser un hombre, el problema es que cuando la estaban operando se dieron cuenta de que estaba embazada de alguien que no éramos ni mi amigo ni yo, así que como les estaba quedando muy bien la operación sacaron al crío, lo metieron en una tupper y me lo entregaron para que hiciera con él lo que quisiera ─abrió su mochila y sacó un frasco algo opaco y que parecía contener una extraña plasta del color de la lasaña. ─, te presento a Hank Slater III, ¿a que tiene los ojos de mi padre? Estaba claro que la locura había poseído el cerebro de aquel maloliente ser, y mi hijo estaba tan harto de él que estuvo a punto de estrangularlo con sus propias manos, hasta que escudriñando la mente de aquel loco de los cojones se dio cuenta de que tenía algo que le resultaba familiar: los genes de Satanás. Es decir, que era hijo mío. ─¿Hermano? ─dejó escapar Virgi sin poder evitarlo, al darse cuenta de que aquel trozo de mierda con piernas podía ser una gran arma en su búsqueda. ─No, me llamo Bastian Pedazo de Mierda. Y no te olvides del De, que pertenezco a lo nobleza por parte de suegra, bueno… ex suegra. ─Somos hermano de padre. Por tu sangre corre el poder del Diablo, y si nos unimos podremos encontrar a mi hijo y destruir a nuestros enemigos. Espués cuando ya no me sirva tu ayuda puedes seguir siendo el puto perdedor que eres. ─¿Quieres decir… que tengo padre?, mis padres de acogida siempre me dijeron que nací del váter, y que por eso debía bañarme en él… ─Debes ayudarme a encontrar a Yisus, sé que en esta ciudad encontraré algo que me ayude a seguir buscándole, por favor, hijo de la gran puta, ayúdame, puta basura humana. ─Si me lo pides con tan buenas palabras, ¡claro! ─escupió un gargajo el que escaparon larvas y hormigas, que nadaron y saltaron huyendo de aquella mezcla de dientes, sangre, bilis y heces manchadas de semen fresco. ─, ¿y por dónde empezamos? Debido a que las mentes de los alemana eran muy complicados de doblegar, a Virgi se le ocurrió que uniendo sus fuerzas con las que, ocultas, estaban en lo más hondo del repugnantes y obeso cuerpo de su recién descubierto hermano, podría entrar en ellos y sacarles información y, si no, castigarlos para tener lo que necesitaba. ─Ahora solamente cierra los ojos, Bastian, y cógeme las manos ─el tacto de aquellas mandos sucias y resbaladizas casi hacen que Virgilio matara a su hermano por puro asco, pero consiguió detener sus bajos instintos. ─, y piensa en los que te rodean, en todos ellos, y en sus mentes… doblegadas… ─Vale… ─su nuevo hermano obedeció y, al instante, notó como si una parabólica gigante hubiese entrado en su cabeza, y con ella entró en todas las mentes de los alemanes al mismo tiempo, algo que nunca habría imaginado. Estaba claro que aquel trozo de mierda humana era más importante de lo que parecía. ─Alemanes… escuchadme ─el mensaje iba a ser directo y claro, sin filtro. ─, soy Virgilio Delfín, y o me ayudáis a encontrar a mi hijo u os juro que vais a pasarlo más de cojones. Todo el país se detuvo, asustado ante aquella amenaza, pero nadie dijo o pensó en nada, aunque estaba claro que algunos lo hacían para ocultar la verdad, y eso gracias a Bastian mi hijo pudo notarlo. Y se cabreó. ─Veo que algunos no queréis hablar… bien. Pues hagamos que de vosotros salga algo que os recuerde en qué puedo convertiros si no cooperáis conmigo. La salchicha más gruesa de toda la gastronomía alemana es la llamada, traducida al español, Rabo del Diablo, que suele servirse en restaurantes muy underground de Berlín, y que se caracteriza por tener un diámetro de 13 centímetros y estar rellena de todo tipo de carne, entra la que se incluye la de jabalí, vaca, buey o cerdo, y en homenaje a mí y, sobre todo, para que nadie olvidase quién era él, Virgi volvió dejar libre su fijación por los anos, de los que salieron, de todos, un Rabo del Diablo abrasando como hecha en el mismo infierno, rompiendo tanto rectos como orgullos en apenas 2 minutos de empujar de mi hijo desde el interior de todos los alemanes. ─Huele a salsa de barbacoa especial… ─susurró Bastian salivando de hambre. Además de dolor y palabras malsonantes, Virgilio pudo escuchar como más de uno de los sufridores comenzó a gritar nombres y ciudades donde supuestamente vicían los responsables del secuestro de Yisus. Pero de entre todos los berridos, entre todas las súplicas, mi hijo se centró en la de una mujer de mediana edad a la que, el destino quiso que le salieran salchichas tanto del recto como de su envejecida y arrugada vagina, que en ese momento presentaba la tensión y suavidad de la de sus lejanos 20 años. ─¿Qué acabas de decir, mujer? ─le dirigió Virgi mentalmente a la mujer. ─Que un amigo mío me comentó hace un par de días, tras follar en los lavabos de un restaurante mientras nuestras respectivas parejas bebían como locos en la boda de un sobrino nuestro, que un hermano suyo estaba metido en un secuestro que iba a agitar las bases del mundo; el secuestro del nieto de Lucifer. ─¿Y dónde puedo encontrar a ese cabrón? ─En Francia, es francés. Y las leyendas son ciertas: son todos unos flojos y la tienen pequeña. ─¿Oíste eso, hermano?, tenemos un viaje a la ciudad del amor ─Virgilio había decidido que Bastian le acompañaría, por eso de ser un buen hermano y porque, en caso de problemas, tener a alguien compatible en grupo sanguíneo y en transplantes de órganos siempre es un seguro a tener en cuenta. ─Nunca he estado en Cuenca. ─Vale ─contestó Virgi arrepintiéndose al momento de invitar a aquel pedazo de basura humana. 


Capítulos recientes
bottom of page