El sabor de sus lágrimas
El secuestro de Yisus por parte de alguno de los enemigos de Virgi cambio la vida de mi hijo por dos razones: 1) Se dio cuenta, al fin, de que los humanos, cuando querían, podían ser muy crueles y, al mismo tiempo, tenerlos muy bien puestos. 2) Que su amor por Eva era mucho más grande de lo que suponía. Así que la mañana en que tomó la decisión más complicada de su vida, irremediablemente, tuvo que enfrentarse a esos preciosos ojos que le habían robado el corazón desde el primer momento, después de mirarle las tetas, en que se había fijado en ellos. ─Amor mío ─se sorprendió diciendo Virgilio. ─, llama a todos, tengo que hacer un anuncio importante. ─¿Lo vas a hacer? ─preguntó Eva sabiendo la respuesta de antemano pero sin querer creérsela. ─Sí… es la única manera de protegeros a todos y recuperar a Yisus. Es… la única manera. Eva dejó escapar una pequeña lágrima al darse cuenta de que los captores de su hijo habían logrado algo imposible, pero sonrió de todos modos al entender que su amado lo hacía todo por ella y, en menor parte, por el resto de sus seguidores. Virgilio Delfín estaba a punto de ir tras su hijo, enfrentándose contra quien se atreviera a impedirle conseguir su objetivo, y el precio que debía pagar iba a ser estar lejos de ella. Un muy alto precio. ─Hermanos ─comenzó a decir en la hora señalada, que coincidió con el del partido del mundial de España contra Marruecos, así que nadie falto a la cita porque, con sinceridad, iba a ser un partido de mierda entre dos selecciones de mierda. ─, os he reunido aquí porque, como todos sabréis, Yisus ha sido secuestrado ─algunos susurros y voces claramente enfadadas nacieron de entre el silencio que imperaba en la habitación. ─y como muchos comprenderéis no voy a quedarme quieto… aunque hacerlo signifique… ─se le agarró la voz a lo más hondo del estómago, en un rincón tan oscuro que a punto estuvo de no recuperarla. ─tener que irme durante un tiempo. Hubo un par de desmayos y algunos de los seguidores optaron por suicidarse al entender que habían perdido a su mesías. Eva, impasible, permanecía detrás de Virgi con una cara de cera que presagiaba lágrimas y llantos en cuanto aquella tortura acabase. ─No os estoy abandonando, jamás sería capaz de hacerlo. Esto es solo un hasta ahora, un nos vemos, un quedamos la semana que viene y tomamos algo, porque de entre todas las personas que he matado, violado, descuartizado, hecho reventar, y a las que les he hecho aparecer de sus anos todo tipo de objetos y alimentos, vosotros, sí, todos vosotros, sois los únicos a los que respeto y en los que confió, así que os doy una orden directa: no dejéis que esto muera, no dejéis que el mundo se haga con vuestras vidas ni con vuestras ilusiones, ni les permitáis haceros creer que no sois merecedores de ser felices; sois los únicos que debéis serlo, ¡los únicos!, porque sois los elegidos para hacer algo que nadie más tiene cojones de hacer en este planeta de mierda: ser vosotros mismos sin miedo. No hubo aplausos ni gritos, nada de banderas ondeando o de sacrificios de animales, los seguidores de Virgilio Delfín sabían que su líder no necesitaba ninguna de esas mierdas para sentirse querido. A diferencia de todos los jefes de estado que había habido en la historia, mi hijo sabía que el silencio era mucho más potente y lleno de energía de lo que un aplauso de 10 minutos o una bandera de 15 metros podrán serlo jamás, porque nace del respeto puro seguido de pensamiento libre e ideas que nacen vírgenes. ─Ahora, por favor, dejadme solo con Eva. Si no os importa. Los pasos no sonaron porque todos los seguidores prefirieron arrastrar los pies para no romper con esa aura de pureza que les iba a llenar el alma y el corazón hasta el día de su muerte. ─Eva… ─dijo Virgi sin girarse siquiera, sin atreverse a mirarla a los ojos. ─tengo que hacerlo. ─Lo sé ─la quebrada voz de la madre del nieto de Satanás, estiró el brazo para tocar el hombro de su señor, de su amante; de su alma gemela. ─No vamos a vernos en mucho tiempo… no voy a poder… besarte ni hacerle el amor a tu culo mientras te introduzco por la vagina una manguera que expulse mostaza picante Francesa. ─Ni yo podré tragar tu esperma mientras te golpeo los testículos con una cuchara sopera al rojo vivo. ─No podré abrazarte mientras miramos como uno de nuestros enemigos se ahoga en su propia sangre tras atravesarle el cuello con una caña de bambú… ─Echaré de menos eso, sobre todo cuando después nos follamos la caña… Virgilio se giró y miró fijamente a Eva a los ojos, unos ojos color miel (o caramelo) que le devoraban entero y le regalaban brillos difíciles de explicar si no eras testigo de ellos. Sus manos se tocaban tratando de memorizas cara poro, cada centímetro, cada minúsculo bello y así, cuando estuvieran separados, poder recordarlo mientras sonreían o se masturbaban con la mano de algún cadáver que mutilaran para la ocasión. Eva dejó escapar una nueva lágrima, la primera de millones que durante el largo tiempo en que no permanecieran juntos iba a perder, y Virgilio la atrapó con su dedo meñique y se la puso cerca de los labios. ─Cada vez que piense en ti, cada vez que te eche de menos, notaré el sabor de esta tristeza, de este pesar, y eso me dará más energías para seguir luchando para encontrar a nuestro hijo. ─y una vez hecho el conjuro, depositó la gota en su lengua y cerró los ojos. Eva le abrazó en pleno éxtasis, aplastando sus pechos contra el de él haciendo que sus corazones se acompasasen y fueran uno solo para siempre. ─Sabes que volveremos a vernos, Eva. Es imposible que lo que sentimos permanezca mucho tiempo separado. ─Es imposible no querer estar contigo, no querer penetrarte por detrás mientras te hundo la cabeza en una pica llena de chili picante y te susurro que te quiero más que a mi vida. ─Pronto volverás a ahogarme, y a golpearme, y… a quererme. ─Te quiero, mi señor. ─Te quiero, mi dueña. El beso supo mejor que el manjar más delicioso que hayáis probado jamás (y punto), y sus lenguas jugaron al escondite en la boca del otro con tranquilidad, sin rabia, degustando aquel momento que era mejor que cualquiera que hubiesen probado antes y que probarán jamás. Sus manos se recorrieron con suavidad, con respeto, con amor del que muchos libros creen comprender pero muy pocos llegan siquiera a describir al 1% de su realidad. Y, entonces, ella le separó la cara y apoyó su frente en la de él. ─Volveremos a vernos, y nadie podrá separarnos jamás. ─Jamás ─repitió mi hijo. A mí me cayó una lágrima, pero no se lo digáis a nadie o haré todo lo posible para que vuestra alma permanezca para siempre en el rincón de las ortigas. Virgilio dio un paso hacia tras, después otro, y así hasta que llegó a la puerta, que abrió y atravesó entrando en el mundo, un mundo lleno de enemigos entre los cuales estaba el que se había atrevido a robarle a su primer hijo. ─Seas quién seas, y estés donde estés ─se dijo a si mismo Virgilio Delfín, el anticristo. ─, voy a por ti, hijo de la grandísima puta. Después dejó que la lágrima que caía por su mejilla llegara hasta la barbilla y, una vez allí, se suicidará junto con la compasión que algún día podría haber tenido mi hijo por todos vosotros. Y comenzó su verdadero viaje.