Cuando fue Casi el fin del Mundo
La mejor forma de aprender a hacer algo, bien lo supo Virgi en sus primeros años de vida, es fallando; y si se puede hacer a lo grande, mejor. Así que debo hacer una confesión antes de comenzar este capítulo de su vida: hasta ahora solo me he centrado en los grandes aciertos de mi hijo (supongo que como suelen hacer los padres).
No han sido todo flores y aciertos en sus hazañas, hubo días en los que juzgaba mal a la víctima, o se despistaba un segundo y su magia destruía lugares y vidas que para nada estaban en sus planes, pero creo que es justo hacer lo que hoy toca, y es hablaros de una de las mayores cagadas que Virgilio Delfín, el Anticristo, cometió en su día.
Aprende de mí, Dios.
El día en el que la Tierra fue prácticamente destruida comenzó una noche en la que Virgi decidió aburrirse mirando cortometrajes en YouTube. Uno de ellos, ganador de tantos premios que prefiero no nombrar ninguno, se llamaba Fist Of Jesus, y con él mi hijo estuvo riéndose durante horas y horas, debido a lo inusual de su propuesta y a las escenas bien filmadas y mejor actuadas. El caso es que con ese buen rato pasado en la soledad de su nueva casa, pagada con el aumento de sueldo de la pizzería, madrugó aquel viernes y se fue a trabajar.
Fue testigo entonces de una de las mayores desgracias que puede pasarle a las dos partes involucradas: el atropello de un perro. La dueña del animal, un terrier enano de esos que tienen predilección por los tobillos, se había despistado hablando por teléfono y el pobre animal decidió que cruzar la carretera por donde le daba la gana era la mejor idea del mundo, pero no contó con el Seat León amarillo que, sin previo aviso, se encontró con un bache, y frenó. El momento fue tan tenso que ninguno de los allí presentes dijo nada, y se quedaron observando al pobre animal que, aunque vivo, estaba agonizando de muy mala manera. Entonces Virgi pensó que lo que había visto en Fist Of Jesus él, por supuesto, podía hacerlo, así que estiro su brazo izquierdo en dirección al animal y pensó en devolverle a vida, con tan mala suerte que recordó el desencadenante del cortometraje y, llevado por el humor, comenzó a reírse en el momento en que su poder salió al mundo. Y entonces todo, y quiero decir todo, se fue a la puta mierda.
Al igual que en la ficción ganadora de premios, mi hijo cometió el error de devolverle la vida al animal, pero ya puestos hizo lo mismo con todos los muertos del planeta, que con la misma energía y memoria que tuvieron en vida (porque se podría decir que eran zombis pero sin la misma dieta en su cabeza) salieron de sus mausoleos y tumbas para saludar al azul y brillante cielo de aquel último día en paz que viviría la humanidad.
Los primeros en aparecer fueron los asesinos en serie más famosos, como Manson, Dahmer, Gein, que al ser enterrados sin mucho amor por nadie estaban más cerca de la superficie cuando aquello comenzó. Su primera reacción fue preguntar qué estaba pasando, pero muy poca gente les hizo caso en un principio debido a que por su apariencia parecían mendigos, y ya se sabe que la gente no es muy de entablar conversación con aquellos que toman como una clase social inferior a la suya. Así que, mientras salían de sus tumbas el resto de resucitados, estos asesinos comenzaron a disfrutar de algunos de sus viejos vicios: por ejemplo Manson se subió a una mesa y empezó a decirle a la gente que la música de los Beatles decía que debían drogarse y matar a las clases altas. Gein entró en tiendas de ropa buscando pieles frescas y elegantes y Dahmer se puso a ligar con todos los homosexuales que se cruzaron en su camino mientras empuñaba un taladro electrico.
Entonces fue cuando comenzaron a aparecer en el mundo una serie de personajes famosos que, incluso sucios, llamaron la atención a la masa dormida que comenzó a rodearles y pedirles fotos. Algunos del nivel de Vargas Llosa, Hugh Jackman o Stephen King, pero por descontado los que más besos y abrazos recibieron fueron los de Maria Teresa Campos, Joaquin Reyes o Bustamante, bajo la extrañada mirada de otros resucitados, como Stephen Hawking o Truman Capote, que en parte se alegraron de que ese mundo tan anormal no les hiciera caso; y tras eso se suicidaron para no pertenecer a una raza tan desevolucionada como aquella.
Pero no todo iba a ser alegría y selfies, y llegó un momento en que los nuevos vivos eran tantos y de tan diferentes clases y estatus (y egos) que se desencadeno una guerra civil de zombis, sobre todo porque algunos, como la famosa Manada de San Fermines o los Jordis, no fueron aceptados de buen grado por sus hermanos de raza por el coñazo mediático que habían dado en vida. Así que con mucho odio y peores formas, algunos de los asesinos en serie más famosos hicieron un corro alrededor de los resucitados violadores de chicas en fiestas y los "abanderados" de la libertad y, uno por uno, comenzarón a penetrarles por el primer agujero que encontraron, aunque en algunos casos, por falta de sitio, optaron por hacerles algunos nuevos y penetrarles por esos. Los infelices solo gritaban y decían que No era No (lo único que en algún momento de su vida supieron entender, aunque tarde) o Som Republica, pero nadie les hizo mucho caso porque, como ya tenían experiencia en haber sufrido abusos en prisión, sus cuerpos estaban muy tiernos y ricos desde el punto de vista de un asesino en serie, así que los turnos retrasados para poder dejar su semilla dentro de ellos comenzó a hacer una cola enorme que rodeó países enteros. Algunas filas eran tan largas que, directamente, los que las formaban decidieron pelearse para pasar el rato, con los destrozos de rigor.
También hubo problemas en cuanto a los famosos televisivos y fílmicos, ya que algunos seguían creyendo que su poder seguía siendo el mismo que antaño, sin darse cuenta de que con el paso de los años se habían convertido en la burla mundial y nadie, ni siquiera sus familiares más cercanos (que ahora disfrutaban de sus herencias) les recordaban con cariño. Además, los demás nuevos vivos se dedicaron a torturarlos y hacerles perrerías por diversión, tales como convertirlos en carne de Kebab (gracias a Falete se acabó el hambre en el mundo y los de Unicef tuvieron que cerrar sus puertas), obligarles a bailar bajo amenaza de devorarlos (Shakira acabó con sus piernas hechas puré y golpeada por aficionados del Real Madrid mientras cantaban el Cara al Sol) o leerles libros de Kafka (la Esteban sufrió un derrame cerebral, del que salió por sus orejas zumo de ciruela y semen en una mezcla muy equilibrada).
Cuando Virgi creía que no le iba a quedar otra que suicidarse para volver a mi lado y, quizá, ser perdonado, uno de los resucitados comenzó a hacer de las suyas y a controlar a la masa de enfurecidos monstruos. Con sus saltos, sus palabras y su vocabulario, logró que esa nueva especie se tranquilizara y comprendiera que, haciendo lo que hacían, solo iban a lograr que nadie les aceptara, y, por votación popular, decidieron ocupar Australia (una masacre que, aunque fue brutal, salvó al resto de la humanidad) y vivir en paz y armonía mediando una Utopía liderada por H.G. Wells.
De camino a su nuevo hogar, mi hijo se acercó al héroe que había calmado a sus semejantes y, tras un abrazo tierno y muchos buenos deseos, este se despidió con un:
─¡Hasta luego Luuuuuuuuuucaaaaaaaas!