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Persiguiendo metas

El poder es algo que el ser humano ha buscado poseer desde que existe, y es, posiblemente, la droga más adicta y al mismo tiempo estúpida que hay en vuestra sociedad, porque si se piensa fríamente (y lo digo yo que lo tengo a expuertas y lo he mantenido tantos años que apenas puedo contarlos) es algo que solamente te quita tiempo para vivir, para existir, para hacer lo que verdaderamente quieres en lo más hondo de tu corazón. Pero esto estaba lejos de colocarse en las mentes de los discípulos de Virgi ni de todos los que, mediante consoladores o turrones, habían caído en el embrujo de mi hijo.

─Hemos tenido una idea, nuestro señor.

─¿Y de qué se trata? ─contestó mi hijo mientras una bella chica de 14 años, que se había puesto hasta arriba de turrón con yema la pasada Noche Buena, le lamía los bajos con hambre y regocijo.

─Mire ─y le colocó ante sus narices algo que cambiaría su vida durante los próximos meses.

El artículo, que había sido impreso en una máquina de nombre tan largo como el precio, anunciaba al ganador de las últimas elecciones; unos fascistas de izquierdas con muchas ganas de mariscadas y pancetas y muy pocas de trabajar. Virgi lo leyó con calma, parando solamente para decirle a la menor que podía parar su trabajo si no quería morir.

─¿Y qué?

─Pues… verá señor, hemos pensado que como sus fieles han crecido después del trabajo de las Navidades pasadas, tendría muchas posibilidades de presentarse a presidente del gobierno y, bueno… ─miró a la hermana detrás de él, que le hacía gestos para que se atreviera a continuar. ─ganar y enterrar el país en la oscuridad eterna.

Reconozco que la imagen de mi hijo viviendo en la Moncloa me llenaba de orgullo, incluso llegué a tener ganas de que así fuera, pero entonces Virgilio dijo algo que no estaba falto de razón.

─¿Me estás diciendo que juegue las reglas de un sistema que no vale para nada solo para que ellos mismos me den un poder que puedo conseguir por mi cuenta a base de mucho esfuerzo personal y mi propio intelecto?

─Sí ─el chico tenía un par de huevos, había que reconocerlo ─, porque quizá sea la manera más rápida, sencilla y legal de hacerlo; y nadie podrá quitártelo cuando lo logre con sus propias reglas.

─¿Y nuestros ideales? ─Virgi estaba poco a poco perdiendo el debate.

─Seguirán ahí, mi señor.

─¿Tú crees? ─esta fue la primera y última vez en todo el proceso de politización de su secta en la que Virgi dudó un segundo. La última vez.

─Estoy seguro, mi señor.

Miró a los demás fieles que habían entrado a la espalda de aquel atrevido siervo, y mi hijo solo pudo ver ilusión, alegría, energía y muchas ganas de comerse el mundo juntos.

─En ese caso: lo haremos. ─dijo mi hijo, eyaculando al instante y matando a la menor que no le había hecho caso anteriormente.

Todos aplaudieron, alegres y risueños. Después se desnudaron y follaron durante horas; pero esos detalles ahora mismo no vienen al caso.

El primer incordió que le vio Virgi a aquello es que iba a tener que esperar cuatro años para poder presentarse a presidente, y como la espera no es algo que le gustase especialmente, sobre todo cuando con mover un meñique podría destruir el edifico más alto de la ciudad y poner a los seres humanos en jaque, decidió que aceleraría un poco el proceso.

Primero puso a varios de sus seguidores a buscar nombres pegadizos para un partido político que pretende destruir el mundo, a otros les impuso la tarea de inscribirlos donde fuera que había que hacerlo para ser un partido con todas las letras y, por último, a los más descerebrados les ordenó movilizar las calles.

─¿Para qué, mi señor?

─Sencillo, mi fiel siervo: para que el presidente actual adelante elecciones. Porque, como todo el mundo sabe, si algo la dices mil veces, al final todo el mundo se lo cree. Así que debemos gritar con fuerza.

─¿Y contra qué nos quejamos?, si de momento lo está haciendo todo muy bien, no hay fisuras en su gobierno ─y era cierto, porque tras todos los problemas que había vivido el país hasta ese momento, la gran mayoría por culpa de mi hijo, en esa ocasión habían colocado en el sillón del poder a alguien capaz de controlarlo todo, y a todos, con una vara tan potente e irrompible que nadie se atrevía a decir nada malo; y es que llamarse Andrés Putin (sí, el tátara nieto de aquel inquebrantable líder que cabalgaba osos pardos) es un primer gran paso hacia el control mental de la gente.

─Es lo bueno que tiene las masas enfurecidas, mi buen esclavo: no importa contra qué nos quejemos ni si tenemos razón, lo importante es hacer ruido y a la larga todos se unirán a nosotros por simple inercia.

─Vale, mi señor. ─contestó casi convencido.

Las primeras manifestaciones, según las fuerzas del orden, movilizó a cerca de 4 millones de personas en las cinco ciudades más fuertes del actual estado Español, el único problema era que ninguna de ellas se quejaba sobre lo mismo y, a decir verdad, ni siquiera se entendía bien contra qué estaban luchando. Solo repetían NO A PUTIN o cosas como QUE VUELVA LA REPÚBLICA sin ningún orden, convencimiento, entendimiento y, sobre todo, convicción. Pero a pesar de la desorganización aquello descolocó por completo al gobierno que, de un día para el otro, se encontró con sus súbditos descontentos y con las armas en ristre. Estaban dispuestos a luchar contra lo que fuera, literalmente, y ni una subida de salarios mínimos ni la promesa de que los jubilados cobrarían más, lograron que se diluyeran las manifestaciones.

El golpe de efecto llegó cuando tras una manifa especialmente multitudinaria, en la que las ideologías desaparecieron y pudo verse nazis abrazados a mulatas antisistema cantando el NO NOS MOVERÁN, que colapsó ya no solo la capital del país sino los pueblos colindantes que, llenos hasta la bandera, hicieron su agosto vendiendo bufandas, panes caseros y quesos de cabra, Virgi apareció por primera vez en un escenario colocado en la plaza principal de la capital, delante de todos, presentandose como su próximo líder y con un logotipo a su espalda que recordaba de una forma algo extraña al de la Falange Española, pero con algún detalle distintitvo: un tridente de 6 puntas atravesando una especie de tapa de basura blanca que representaba, según los de marketing, la belleza irrompible del mundo, y sobre las púas descansaba un bebé dormido y rosado, libre y tranquilo, haciendo que todo en su conjunto fuera una sutil metáfora de cómo iba a acabar el mundo si llegaban al poder.

Virgi levantó las manos, todos callaron, y habló por primera vez como candidato.

─Hermanos, algunos ya me conoceréis, otros no, pero lo importante aquí es lo que os ofrezco: un mundo completamente nuestro, alejado de lo que os prometen y os regalan vuestro falsos líderes y sus envenenadas lenguas. Mi partido hará que vuestras patéticas vidas sean mucho más útiles para la causa que todos merecemos, y os prometo que todo lo que habéis soñado, todo cuanto os hace felices, lo tendréis si yo me proclamo líder supremo de este país.

─¿Y ─comenzó a preguntar un asustado manifestante con una melena negra a juego con el color de sus ojos. ─cómo se llama vuestro partido?

─Sencillo: PASOTE ─todos se miraron entre sí, con una mezcla de incomprensión y alucinación. ─, porque lo somos, y porque es lo que van a decir de nosotros nuestros adversarios.

Todos aceptaron aquello sin hacer más preguntas, y cometieron un error, porque de haber preguntado de que eran las siglas, que en realidad eso eran, habrían comprendido lo que prometían al mundo, lo que iban a regalarle en forma de acciones reales:

Partido Apocalíptico Separa Ortos del Terror Enculador.

P.A.S.O.T.E.

Sencillo.


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