Cada uno en su lugar
La gran mayoría de la humanidad se dedica a insultar a los políticos y catalogarlos como poco menos que sanguijuelas repugnantes a las que no les importamos nada una vez nos han vaciado del todo; y puede que tengan razón. Pero lo que muy pocos se atreven a reconocer es que, si se pusieran en su lugar, serían iguales o incluso peores que ellos.
─¿Y cuánto has dicho que cobraremos si llegamos a tener un escaño?
Esta era la pregunta que más se oía en el edificio okupa. Nada de “¿cuáles serán nuestras directrices de campaña?” o “¿quién creéis que será mejor ministro de exteriores?”, lo único que a todos maravillaba y hacía que se tomasen realmente en serio su trabajo era la cantidad de dinero que iban a cobrar y las pocas horas que se dedicarían a hacer lo que sea que hacen los políticos, porque esa era otra:
─¿Y qué es lo que haremos?
─Creo que sentarnos, escuchar, votar y… ¿meternos con los demás?
─Joder, será como estar en el colegio de nuevo.
─Ya te digo.
Es fácil insultar y tratar a alguien de completo inútil cuando no se sabe lo que hace o deja de hacer, pero la naturaleza humana es así y no creo que a Dios le importe mucho; en realidad los seres humanos solo eran un ensayo antes de crear a los habitantes de los túneles subterráneos de Saturno, y una vez logrado dejó a la Tierra seguir adelante sin mucho interés... así que...
Virgi comenzaba a darse cuenta que estaba rodeado de falsos seguidores que solo buscaban en sus actos conseguir lo que querían. Nada de acabar con la Tierra, de esclavizar a los puros; solo una casa con piscina y una hamaca llenaban los sueños de sus supuestos hermanos.
─Hermanos ─siempre empezaba así los discursos ─, pocos de vosotros estáis completamente concentrados en la tarea que os he encomendado… y eso no me gusta.
La gran mayoría tragaron saliva, asustados, pero un pequeño grupo seguían intercambiándose comentarios y risas ignorando lo que estaba diciendo mi hijo, que se dio cuenta pero prefirió seguir.
─Si nos metimos en esta misión fue para lograr tener el control de las almas de todos los que habitan la Tierra, para conseguir que el reino de mi padre caiga sobre ellos como una manta cubierta de alquitrán, y los intereses de algunos de vosotros no son los indicados.
Algunos se miraron y después se giraron en dirección al pequeño grupo, que seguía sin prestar atención. Entonces, como un padre que castiga a su hijo por tratar de pintar la pared después de que le hubiesen dicho que eso no debía hacerse, Virgi calló, agachó la cabeza y sonrió mientras caminaba en dirección al pequeño grupo, ajeno a todo aquello y completamente concentrados en sus cosas.
─¿Os divertís, hermanos? ─preguntó Virgilio, haciendo que un par de ellos callasen y se irguieran como buenos soldados, pero los otros tres simplemente le miraron como si la cara de mi hijo fuera una televisión con un programa del corazón en pleno debate sobre los hijos ilegítimos del rey.
─Divertirnos no es la palabra ─contestó sin nada de educación uno de ellos, el más bajito de todos y, por descontado, el líder. ─, más bien estamos hablando de lo que haremos cuando lleguemos al parlamento.
─¿Y qué es eso tan bueno que haréis?, me interesa, porque si no me estabais prestando atención seguramente debe ser más importante que nuestra causa, ¿no?
El resto de fieles vieron venir la desgracia, pero aquellos tres indecentes hermanos estaban tan llenos de confianza y tan exentos de respeto que simplemente sonrieron a mi hijo del mismo modo que se hace con una prostituta de carretera: sin respeto.
─Pues él quiere tener un coche to guapo, y este está convencido de que Beyonce usó nuestros consoladores, así que quiere tirársela en cuanto sea de nuestra manada ─”Nuestros consoladores” y “manada” fueron las palabras que hicieron que el resto de fieles a mi hijo empezasen a moverse hasta el fondo de la sala, con la intención de que lo que estaba a punto de pasar no les salpicara.
─Entiendo… ─Virgi se acercó al chico y le colocó una mano en el hombro, siendo esa la única vez que mi hijo tocó a alguno de ellos fuera de las orgías que organizaban; por algo era. ─así que nuestro fin de destronar al falso Dios y convertir a la humanidad en nuestros esclavos solo queréis lograrlo para tener un coche y acostaros con una dudosa cantante de escasos pechos, ¿no?
─¿Para qué si no? ─estaba claro que el chaval era algo tonto, o se había dejado devorar los sesos por los sueños de la lechera que el poder regala a todos los que lo tocan levemente. Los ideales férreos y el respeto a la lucha de los demás no estaban en su diccionario, así que Virgi solamente podía hacer una cosa con aquellos 5 chicos, porque aunque dos de ellos se hubiesen achantado al escuchar a mi hijo, estaba claro que los perros que muerden con consciencia es difícil llevarlos a donde deben estar solo con una regañina.
─Bien ─dijo Virgilio, soltando al chico y apartándose de él un par de pasos ─, muy bien.
Los chicos comenzaron a retorcerse de dolor y a gritar. Uno de ellos incluso comenzó a darse cabezazos contra la pared más cercana para escapar del dolor, reventándose la frente al tercer golpe y cayendo al suelo muerto. El resto notaron como en su interior crecía algo ajeno y punzante, tan elevado de temperatura como el infierno e imparable como un tren a 400 km/h, y la falta de comprensión de lo que les iba a pasar les llevó a no seguir los pasos de su compañero, que aunque muerto tuvo el mismo final que ellos con la diferencia de que nunca sería consciente.
─Todos vais a servir para la causa ─gritó mi hijo dirigiéndose a los demás. ─, de un modo, u otro.
Levantó los brazos, y todos se agacharon ante él, justo en el momento en que aquellos 5 ex hermanos se transformaron completamente en pancartas electorales ensangrentadas y de grandes dimensiones donde podía leerse “P.A.S.O.T.E. es vuestro único futuro”. Podía notarse como todavía respiraban cuatro de ellas, e incluso se oían pequeños lloros que escapaban de las almas de aquellos eternos castigados.
─Y ahora ─le miraron con una mezcla de miedo y admiración, y con la seguridad que aquello ya no había quien lo parara, para bien o para mal. ─dominemos el mundo.