Amor entre chocos y calamares a la romana
La soledad y el poder son unos amantes brutalmente celosos a los que no puedes separar ni con agua hirviendo. El problema de esta verdad irrefutable es que la gran mayoría de los poderosos de vuestro planeta de rodean de putas asiliconadas que harían lo que fuera con tal de no tener que madrugar o trabajar el resto de su vida, y con tu pene metido siempre que quieres dentro de la boca/vagina/ano de una top model de la edad de tu hija es difícil pensar con claridad o darse cuenta de que la soledad es la única amante que está siempre a tu lado.
Pero mi hijo era inteligente, tanto como para hacerle un tercer grado a Eva, la perfecta chica con micro pene, antes de cometer el mismo error que con Carolina. Necesita cerciorarse de que aquella persona no iba a hacerle sufrir más de lo necesario dentro de los estandartes típicos de un compromiso.
─¿Cuál era tu nombre antes de ser Eva? ─el pasado de una persona es, posiblemente, lo más importante a la hora de formar un futuro con ella.
─Manolo.
─Típico ─apuntó Virgilio. Después pidió otra botella de vino de la casa y volvió a la conversación.
Aquella cena estaba siendo patrocinada por el fondo común de la campaña electoral de mi hijo, y como no estaban muy llenas las arcas hasta el momento, tuvo que apañárselas con un restaurante llamado La Leo, situado en un barrio en ruinas de la apestosa ciudad en la que vivían. Todo eran fritangas y cosas que olían a muerto cuando no debían, lo que le daba la oportunidad de hacer una doble prueba: ¿era Eva capaz de quererle aunque no tuviera dinero?, y lo más importante, ¿estaba dispuesta a comerse lo que fuera por su líder?
─Me gusta este sitio, me recuerda al sótano donde mi padre me pegaba cada vez que me pillaba jugando con muñecas.
─Hay padres que no saben querer a sus hijos como merecen.
─No, si yo me lo merecía. Las muñecas normalmente se las robaba a una vecina con retraso mental, a la que de paso apaleaba con una barra de pan del día anterior.
─¿Por qué no quería darte la muñecas?
─No, por diversión. Era divertido oírla gritar con el tartamudeo que tenía.
─Un clásico; pegar a tartamudos.
─¿El paraíso terrenal?
─Brindo por ello ─mi hijo levantó la copa, Eva le siguió, y tras acabárselas y pedir otra botella le metieron prisa a la camarera para que les llevasen los chocos y los calamares a la romana con moho que saludaban, moribundos, desde la barra.
De momento la prueba estaba siendo superada con la chica con pene bastante bien, tanto que mi hijo se relajó lo justo para desabrocharle el pantalón y pedir un par más de platos. Solo cuando estaba a gusto y con la guardia baja se pegaba un buen atracón de comer.
─¿Cómo llevo la prueba, de momento? ─Eva era jodidamente lista, tanto que incluso notó la relajación de mi hijo y, con uno de sus pies, comenzó a masajear la entrepierna de Virgi.
─No lo estás haciendo mal del todo. De momento sigues viva, que es más de lo que pueden decir las demás que han estado en tu situación ─aquellas palabras coincidieron con que la camarera estaba colocando una bandeja de bombas en la mesa, por lo que hizo una mueca de terror que no pasó desapercibida para mi hijo. ─, y tú, humana; ¿algún problema con el hecho de que me guste matar a mujeres que no me parezcan merecedoras de mi compañía?
─Las mujeres no deberían morir nunca a manos de un hombre ─tartamudeo la mujer de cerca de 40 años sin dejar de mirar a mi hijo directamente a los ojos.
─De un hombre jamás, ¿pero del hijo de Satanás? ─mi hijo estiró la mano y la agarró del brazo con poca fuerza, lo justo para notar su circulación arterial y su calor corporal. ─, bueno, ahora tienes Sida. Disfrútalo.
La mujer quedó estupefacta y miró con preocupación a Eva.
─¿Qué acaba de decir el gilipollas de tu novio?
─Uno, no es mi novio. Dos, no es gilipollas, es la reencarnación de Lucifer en la Tierra ─se puso de pie, delante de la asustada mujer que disimulaba a las mil maravillas estar cagada de miedo ─, y tres ─agarró con fuerza la nuca de la camarera y la beso con lujuria, una tan intensa que incluso la mordió llenándose la boca de la sangre infectada y moribunda de la mujer. ─, cualquier cosa que Virgilio Delfín le regale al mundo, debe ser compartida.
Ese acto, esa generosidad hacia el sufrimiento humano, hizo que la erección de mi hijo alcanzara una fuerza tan descomunal que tumbó la mesa sin siquiera moverse de la silla. Eva se giró hacia Virgi y le sonrió mientras le goteaba sangre de la boca.
─Te has infectado del Sida que le he ocasionado a esta pobre humana ─Virgi lo dijo con orgullo y admiración. No aplaudió porque ya lo estaba haciendo la camarera con su cara, tratando de despertar de aquella pesadilla. ─. Nunca había conocido a nadie como tú.
─Ni nunca lo harás, mi señor.
Virgilio alzó su mano al aire, como un saludo nazi pero con más elegancia y cercano a los 180º con su cuerpo, y entonces todos los que estaban restaurante, unas 15 personas incluidos dos niños de 10 meses y 4 años, comenzaron a convulsionarse en el suelo como si algo les ardiera en las tripas.
─Mis seguidores jamás pueden sufrir mi ira, porque son parte de mí igual que yo lo soy de ellos. Mírales, notando como el Sida les bloquea los pulmones y los conductos urinarios. Ninguno sobrevivirá al próximo minuto, pero tú, Eva, sí ─entonces se la jugó con una seguridad que no había tenido en este aspecto ni con la desaparecida Carolina ─. Te necesito a mi lado.
─Y me tendrás.
La mesa próxima sobre la que lo hicieron de manera brutal y casi desesperada, como dos amantes que llevaban esperando ese momento durante años, aguantó el tiempo justo para que Eva se corriera hasta el punto de perder el conocimiento. Entonces Virgi la cogió en brazos, como en la película del guardaespaldas, y la sacó del restaurante en el momento en que el primer humano murió mientras le explotaba la vejiga.
El suelo quedó empapado de orina, pero Virgilio siguió adelante, en dirección a su hogar, donde Eva y él debían tomar la decisión más importante para la humanidad.