Secretos contados en cocinas mugrientas
Entre las millones de cosas que a todos los humanos os dicen que no debéis hacer sin pensar, como correr o comer algo extraño, o votar (aunque esto último por lo visto es casi un deporte nacional), una de las más importantes es empezar a salir con alguien. Yo nunca he tenido ese problema debido a que, como soy Satanás, nadie me pide explicaciones cuando me canso de ellas tras noches enteras de sexo descontrolado y con varios vástagos en camino, pero mi Virgi se topó con algo que no tenía en sus planes.
Una de esas mañanas post orgias, al abrir los ojos, se encontró ante sus narices una cara pálida y tranquila, que descansaba tras una sesión de sexo salvaje que había durado cerca de 20 horas. Habían celebrado la fuerza de la unión de todos los seguidores de Virgilio Delfín, y era obvio que aquello no iba a ser una fiesta más. La cara femenina, que parecía hecha de cera, era la viva imagen de la brutalidad y el amor que todos le regalaban cada minuto que pasaban a su lado, pero el cadáver empezaba a oler, así que mi hijo agarró la cabeza, cuyo cuerpo no parecía estar cerca, y la lanzó a sus espaldas.
Entonces, tras ella, la vio.
Eva descansaba sobre el torso desnudo de un mulato muerto, cuya ingle había explotado en cuanto los fluidos anales de ella habían entrado en la cavidad urinaria del amante, creándole un escozor parecido al que sienten los hombres al mear arenilla, pero multiplicado por el infinito. Era algo que a Virgi le estaba empezando a intrigar, como era posible que Eva, su Eva, tuviese también el poder de matar a aquellos que, llevados por la lujuria, cometían el tremendo error de follar hasta el final sin freno. Pero los enamorados son así; estúpidos y totalmente ajenos a las obviedades que la vida nos da.
Tras cerciorarse de que solo habían muerto 3 personas más aquella noche (lo cual no era un problema porque había una especie de lista de espera para entrar en su hermandad/partido político), mi hijo se puso en pie en medio de aquel mar de cuerpos exhaustos, y se dirigió a la cocina. Por descontado no había nadie allí, porque tras las sesiones de sexo grupal nadie prefería otro lugar para dormir que no fuera la misma habitación en la que mi hijo había caído rendido, así que se alegró de poder tener unos minutos para estar solo, y pensar.
Pero aquella soledad no duró mucho, porque decidí que hacía tiempo que Virgi necesitaba una charla padre e hijo.
─Hola, hijo ─a pesar de la apariencia que tomé para la visita, puse la voz más profunda que pude, porque una cosa es que no quieras asustar a alguien y otra que te tomen por un igual.
─Hola, padre.
─No te veo muy contento, y deberías porque ayer te portaste como un campeón.
─Es que, ¿sabes?, siento que estoy muy enganchado a Eva.
─La chica con polla, sí.
─Micropene, y dentro de poco le harán una vagina preciosa con un clítoris exprepucio que sabrá a las mil maravillas.
─Hijo, joder. No hace falta que me des detalles, en serio.
─No te tenía por alguien que no respetaba este tipo de cosas.
─No es falta de respeto, es que soy muy aprensivo con los temas de pollas cortadas y cosas así.
─Bueno ─Virgi volvió a mirar hacia la pared, ignorándome por completo. ─, el caso es que lo que siento por Eva no quiero que estropee mis planes de destrucción global. La dominación del hombre no debe verse alterada porque alguien me atraiga sentimentalmente.
─Bien dicho: la destrucción de seres inferiores va antes que el placer personal. Es una verdad inmensa.
─Pero… ella está en todo momento en mi cabeza, ¿sabes?
─Sí ─decidí entrar a trapo ─, sé bien de qué hablas, porque lo sentí una vez.
─¿Con mamá?
─No ─me reí a carcajadas. Tiene cada ocurrencia Virgi. ─, tu madre era una puta que encima me pagó para que me la follara tras haberla violado. No, no. Tu madre no fue para nada importante para mí. Hablaba de mi verdadero amor, ese por el que casi lo dejé todo por seguir a su lado.
─¿Y cómo lograste deshacerte de ese mal?
─No lo hice. Simplemente la llevé hasta el suicidio para que estuviera para siempre conmigo en el infierno. Es la señora Peppers.
─¿La que limpia los lavabos en tu casa?
─Exacto. Nos vemos todos los días, y aunque estoy seguro que me odia un poco, no importa porque siempre la tendré a mi lado.
─Eso es amor ─suspiro mi hijo.
─Sin duda.
Se produjo un silencio de esos tan importantes en las relaciones entre padres e hijos, pero no duró mucho porque ella entró en la cocina.
─¿Quién es esta mujer, Virgi? ─preguntó Eva, seguramente extrañada por ver a su amado líder hablando con una anciana de casi 100 años de origen asiático.
─Esta mujer es… ─me miró casi pidiéndome permiso para contarle a Eva la verdad. Me pareció tan tierno que decidí retrasar un poco la noticia y dejarle hacer un poco más el ridículo.
─Yo soy alguien muy especial ─me adelante tras 5 minutos de silencio. ─, del mismo modo que vosotros dos lo sois.
Me miraron sin mucha sorpresa, porque podían estar jodidamente enamorados y ciegos en muchos aspectos, pero a diferencia que el resto de los humanos en estos casos, no eran unos estúpidos.
─¿Eres… su padre? ─preguntó Eva.
─Bueno… ─cambié mi femenina apariencia por la de alguien que le venía que ni pintado para la ocasión. Así que levante el guante negro, miré a través de mi nuevo cascos y con una robótica voz que imitaba a la perfección a la de Constantino Romero, dije ─yo soy tu padre…
Eva abrió mucho los ojos, igual que Virgi, y entonces dijeron a la vez algo que me extrañó en su día pero ahora, con perspectiva, comprendo y hasta comparto.
─¿Pero podemos seguir follando?
─Sí, hijos míos. Follad todo lo que queráis, todo lo que podáis, y nunca dejéis de hacerlo porque el sexo es algo tan bello que es inhumano no compartirlo con tus familiares directos.
Les dejé a solas cuando empezaban recorrerse mutuamente y sus penes comenzaban a ponerse erectos. Tras tantos años esperando a que dos de mis hijos se conocieran, y ver si las profecías eran reales, ser testigo de cómo se penetraban y se prometían amor eterno me llenó de orgullo y esperanza.
Al fin, algún día, reinaríamos en la Tierra.