top of page

La Nieve que llegó en Febrero

Virgi y su hermandad habían estado mucho tiempo pensando en destrucción, genocidios masivos, orgías con animales en vías de extinción, y en comida basura digerida por vía rectal, y como todo el mundo sabe que el estrés es, tras el matrimonio (por el hecho de que aparece una suegra en tu vida) y el trabajo (por el detalle de aguantar a jefes descerebrados), una de las causas más corrientes de desatención a los que de verdad quieres. Por eso mi hijo, al ver por la ventana una mañana de martes de finales de febrero que nevaba a lo grande y por sorpresa, bajó corriendo a la cocina y se subió a la mesa pisando las tostadas y gofres untados de mermelada de marihuana, y derramando el café con metanfetamina en lugar de azúcar para endulzarlo.

─¡Hermanos!, ¡mirad por la ventana!

Todos corrieron sin pensárselo dos veces, lo que le dio a Virgilio la oportunidad en ponerse de café y gofres hasta el culo con el consecuente colocón.

─¡Qué bonito! ─dijo alguien.

─¡Nieve! ─exclamó otro de ellos.

─¿Aquello es un Seat Panda? ─preguntó uno de los menos listos, al cual le explotó el recto por un gesto de mi hijo. Nadie se inmutó.

─¡Sí, hermanos! ¿Qué os parece si salimos a disfrutar un poco de este regalo que mi padre nos ha dado en forma de futuros constipados, pulmonías, gripes, y embarazos no deseados debido a que aparte de follar no apetece otra cosa con este tiempo?

Todos gritaron que sí, incluso el chico con el ano hecho mil pedazos, que se estaba desangrando lentamente sin que nadie le ayudase ni prestase atención.

Cuando la nieve empezó a caer en su cara, mi hijo tuvo un pequeño paréntesis de amor por la humanidad. Estaba claro que aquella frescura no mejoraría la utilidad de la humanidad ni haría a nadie más listo, pero por un pequeño momento no pensó en matarlos, sino en, simplemente, disfrutar y hacer lo que le viniera en gana.

─¿Hacemos un muñeco de nieve, mi señor? ─Eva le miró con ojos golosos, seguramente porque debido al embarazo las ganas de sentir la fuerza del futuro padre de su hijo había crecido exponencialmente.

─Me parece una idea magnífica.

Pero lo que a todas luces es solamente un pasatiempo equiparable a masturbarse o quemar hormigas con una lupa, enseguida hizo que la felicidad de Virgilio Delfín desapareciera.

─¿Qué hacéis? ─preguntó una femenina voz a las espaldas de mi hijo y sus seguidores, que se habían puesto como meta crear el mayor hombre de nieve del mundo.

─Un hombre de nieve.

─¿Y por qué solo un hombre?

─¿Disculpa? ─tanto el tono, despectivo y con aires de superioridad, como la frase le pilló totalmente por sorpresa.

─Me parece muy machista que no pienses en las mujeres, y que solo le des forma a una imagen varonil y muy ofensiva para las mujeres del mundo.

─¿Y qué pasa con nosotros? ─otra voz, esta vez de un hombre, salió a la palestra y las miradas cayeron sobre él ─, como hombre de color e inmigrante ilegal me ofende que no pienses en nosotros, que sobre nuestros hombros llevamos los negocios más duros y peor pagados de vuestra racista sociedad. ¿Por qué blanco?

─Porque es nieve ─dijo Virgi. ─, si quisiera que fuera negra, como tú, tendría que echarle tierra o ensuciarla.

─¿Así que el color de este hombre es el de la basura?, madre mía ─dijo la primera mujer, que estaba sacando su móvil. ─, voy a hacer un par de llamadas y enseguida veras como los de Espejo Público vienen aquí y os destruyen este insulto a la gente libre que solo quiere igualdad en el mundo.

─¿Pero qué coño os está pasando a todos? ─la sorpresa de mi hijo estaba empezando a transformarse en locura transitoria.

─¿¡De dónde habéis sacado eso?! ─irrumpió una chica joven vestida con ropas que seguramente habrían llevado sus padres a su misma edad en Woodstock. ─, ¿es una zanahoria?

─Claro, ¿qué usaremos para hacerle la nariz si no? ─Eva estaba quizá algo más molesta que Virgi, porque el feto, aunque pequeño, estaba dándose cuenta de todo, y el enfado de aquel cuerpo valía por dos.

─Pues ese pobre vegetal no, ¡por supuesto! Bastante nos cuesta que nos respeten en los restaurantes y buffets libres japoneses como para que encima desaprovechéis ese manjar con tantas proteínas y minerales.

─¿Es que nadie va a pensar en nosotros? ─un barbudo hombre con túnica levantó los brazos al girar una esquina en dirección al tumulto que se estaba organizando allí. ─, bastante tenemos que aguantar los musulmanes con vuestras fiestas en invierno, como para que encima en pleno febrero sigáis haciendo este tipo de tonterías sacadas del cristianismo.

─¿Qué tiene que ver este muñeco con cualquier religión? ─protestó Virgi, a punto de estallar.

─Sale en las películas de Solo en Casa y Atrapado en el Tiempo, ¿no? ¿Y en qué época pasa todo?

Cuando todas esas voces empezaron a acumularse en el cerebro de mi hijo, y antes de que un grupo de homosexuales dijeran que porque le ponían un bigote con un peine para burlarse del mayor gay del mundo, Freddie Mercury, la paciencia de Virgilio Delfín, el que algún día los eliminaría a todos, se agotó.

─¿Queréis igualdad y diversidad? ¿Queréis de veras alegría y libertad? ¡¡Tomad!!

Las palmas que dio hicieron retumbar el cielo y la tierra y, en un instante, toda la nieve dejó de ser brillante y húmeda, para pasar a ser mate y arenosa.

─¿Pero qué…? ─Eva cogió un poco de aquella arena y se la acercó a la cara. ─… ¡si esto es farlopa!

Los ojos de todos se pusieron como platos, y antes de que nadie pudiese hablar las narices de toda la humanidad recorrían las aceras y balcones, las barandillas y campos de futbol (donde Maradona pudo finalmente realizar su sueño de correrse “con” la banda), los tejados y techos de coche, incluso la cabeza de algún bebé y el lomo de un mastín valieron como espejo para los adictos a esta joya blanca. Era tal la locura desatada, que en apenas 5 minutos todo el mundo era amigo de su peor enemigo; los abrazos y besos nacieron entre los racistas y los judíos, los apretones de manos y acuerdos de gobierno se cerraron sin apenas dirigirse la palabra, los niños que hacía bulling dejaron que sus castigados les pateasen las pelotas, y las mujeres fregaron suelos sin sentirse menos mujeres y los hombres miraron el futbol sin creerse más machos.

Aquel milagro, convirtiendo la nieve en aquello que había destruido algunas vidas, solucionó la estupidez que Virgi tenía que soportar, una tan podrida y tan llena de odios propios que se convertían en ataques hacia lo ajeno que, si no hubiese sido por él, habría acabado tan mal como la del, ya pasado, siglo XXI.


Capítulos recientes
bottom of page