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El aro del Anticristo

El poder divino, el tener bajo tu control todo cuanto te rodea y ser consciente de que con solo chasquear los dedos podrías destruir más de tres cuartas partes del universo (aprende de esto, Thanos. Quiero destruir la mitad del universo, dice el payaso) no le daba, ni por asomo, la seguridad a mi hijo de que la diosa fortuna iba a estar siempre a su lado. Es una puta muy caprichosa y, claro, en cuanto puede te la mete doblada. Hoy voy a hablar del capítulo más vergonzoso en la vida de Virgilio Delfín, y no porque pretenda que le perdáis el respeto o querer que su impecable currículum se tambalee, sino porque es importante que sepáis que incluso los seres que os superamos en la gran mayoría de los aspectos, a veces, nos equivocamos con las tonterías más inexplicables que uno puedo imaginar. Eso, y porque él jamás lo explicará y, joder, me apetece putearle un poquito. Todo comenzó con un acto electoral en el que mi hijo era el foco de atención, pero no porque los demás participantes fuesen peores que él o Virgilio estuviese mejor preparado, nada de eso, el motivo era que después de todo lo que había pasado las anteriores veces, el resto de políticos decidieron que participarían en el debate Rajoynamente presentes (un término usado para describir la transmisión vía plasma de un discurso), lo que hacía que la única persona con tres dimensión que hablaba a los asistentes fuese mi hijo. Eso, unido a que la mayoría de los presentes querían hacerse una foto con él, logró que la guardia de Virgi cayera hasta más allá del suelo y se dejase llevar por la estúpida masa como una migaja transportada por una hormiga. Con un te quiero por ahí, un eres el mejor por allá, poco a poco mi hijo entró en una espiral que le colocó en aquel lavabo, con ese olor característico de los hoteles por horas y que te hace saber que las de limpieza son de la misma empresa, donde todo se fue a la mierda. Pero antes, debo hacer una explicación importante. Así que MOMENTO FLAHSBACK- ─¿Te gusta, mi señor? Eva se encontraba de rodillas delante de mi hijo tratando de mantener el equilibrio con la panza de embarazada de 7 meses que, como el relleno de un buñuelo de crema, trataba de escapar de su captor buscando por los costados un agujero de salida. La futura madre del hijo del anticristo le acababa de regalar a Virgi algo que llevaba años en su familia, y que al regalárselo había dado un paso mucho más grande que el de tener un hijo, porque como cualquier ser humano con dos dedos de frente sabe el tener un hijo, que conlleva sexo y eyaculaciones y poco más (lo que lo hace solamente un polvo con sorpresa, igual que follar con una prostituta y que te empiece a picar las ingles a los 5 días), no hace que dos personas se quieran o se comprometan para siempre, solo una promesa, un acto como el que Eva estaba llevando a cabo, hace que dos almas, en este caso malvadas, se unan por siempre jamás. ─Ha estado en mi familia durante años, pasando de padres a hijos, y de hijos a cuñados en el caso de mi tío Ricardo que no hubo manera de que preñase a nadie después de su extirpación pollál por un perdigonazo que le dio un pastor al que trataba de robar un par de cabras, pero ahora te ha llegado a ti, mi señor, mi amado, mi hermano. Ahora, es tuyo si lo deseas. Virgilio miro aquel pequeño objeto brillante y un golpe de lo que podríamos llamar amor explotó en sus tripas, que dejaron escapar un par de ventosidades con olor a ciruelas que apestaron todo el cuarto. Eva inspiro con fuera y amor, a sabiendas de que aquello quería decir que sí. ─Por supuesto, mi amada ─y una nueva avalancha de pestilencia interior escapó del trasero de mi hijo. ─¡Permíteme que te lo ponga! ─la alegría y los nervios no hicieron que Eva fallase en su misión, que consistía en poner al rojo vivo una aguja y, tras agarrar bien el miembro sagrado de mi hijo, atravesarle el glande con ella y colocarle el aro familiar en su punta, que por su color plateado gastado y sus muchas manchas imposibles de limpiar debido a la profundidad y su falta de limpieza (la sangre y el semen secos son un hueso duro de roer) se podía intuir que había atravesado y cuidado a más de 5 o de 10 penes ajenos. La sensación fue rara, casi mágica, y tras aquello probaron como era el sexo con aquel pedazo de metal en acción. ¡Y UAU! Consejo gratuito que os hago a todos: probad TODO lo que podáis. TODO. Porque ni os imagináis el placer que puede dar un poco de dolor bien colocado a un movimiento milimétricamente calculado. Y ahora, sigo con la historia. Así que, volviendo al mitin político, Virgi se encontraba subido en la nube del ego y, tras la insistencia de una periodista de rubios cabellos y operados labios, permitió que se la mamara un rato en los lavabo, segundo antes de que empezase el acto. Decidió no matarla, porque le recordaba mucho a una tal Susana, que presentaba por las mañanas un programa que, de niño, veía por pasar el rato mientras medio país tomaba apuntes como si la verdad saliese de cada uno de sus expiraciones, y le daba muuuuucho morbo. ─Mujer ─dijo casi sin aliento porque, a decir verdad, se le daba bastante bien aquel arte (¿sería quizá pariente de la presentadora?, seguro que sí) ─, tengo algo que hacer, así que después, si sigues por aquí, te follaré hasta matarte. ─Glu mo pulgo blum ─la pronunciación con casi medio quilo de carne en la boca no era algo al alcance de cualquiera, y ella era menos que cualquiera. Mi hijo se subió los pantalones y después subió al escenario sin darse y, cuando comenzó a hablar, sintió que su peso corporal había bajado unos 3 miligramos. ─¡Mierda! ─su grito hizo que todos los asistentes se cubrieran la cabeza, por miedo a explotar o convertirse en culos, pollas, tetas y comida exótica, pero no iba por ellos aquella palabra. Virgilio Delfín, el hijo de Lucifer, el futuro líder de la muerte en la Tierra, no sentía el piercing que le había regalado su amante/hermano en su miembro. No estaba ahí por lo que debía estar Buscó entre la gente a la periodista de voluptuosos labios y, al no dar con ella, comenzó a sentir que sudaba a mares y sus manos temblaban sin control. Aquella mujer, aquella heredera del periodismo patrio de la peor época de la televisión, se había tragado el símbolo de la unión entre él y la futura madre de su hijo. ─¡Mierda! ─volvió a decir, esta vez con más fuerza, animando sin querer a los asistentes a comenzar a huir despavoridos del lugar tratando de preservar su vida. ─¡MIERDA! El sentirse estúpido (es decir, humano) no era algo que a Virgi le gustase mucho. Le hacía parecer débil, le hacía parecer incompleto; le hacía parecer hijo de su madre. Así que decidió que la mejor manera de proceder, que lo único que podía hacer en ese caso, era optar por lo que su rabia y su miedo a perder a su Eva le dictasen. Levantó los brazos, como antes que él habían hecho grandes líderes más o menos respetados, y se concentró en los objetos de metal que había ante él. Una vez los tuvo controlados los alzó a tres metros del suelo, arrastrando con ellos a sus portadores y haciendo que, en algunos casos, la propia persona se elevase debido a que estaban muy escondidos en sus ropas o integrados en su cuerpo. Había desde carteras colocadas dentro de bolsillos con cremallera, cámaras de fotos que ahorcaron a sus propietarios, y lo más impresionante de ver, las piernas ortopédicas, clavos, caderas y placas de hierro que estaban bien ancladas a los cuerpos de sus dueños. Pero no vio a la periodista no estaba. Aquello hizo que la mente de mi hijo se colapsara y el mayor de los cabreos que aquel planeta había conocido fue expulsado dentro de aquel pequeño hall, y como un imán gigante y sin control, Virgilio atrajo a su persona, y con toda la furia que le poseía, aquellos objetos. Se formó una pelota de metal a pocos metros de él. Estaba manchada de la sangre de los humanos que, de cuajo y sin anestesia, habían visto cómo sus cuerpos se abrían para dejar salir al exterior el metal que no les pertenecía por nacimiento, e hizo que todos los que allí estaban paralizados huyeran despavoridos, pues les empezó a llover sangre y vísceras como si fuera una nevada fabricada por Ed Gein. Virgilio se quedó solo y, abatido, decidió que necesitaba cagar para estar solo y pensar qué hacer para conseguir encontrar aquello que, de no volver con ello a casa, iba a poner en peligro su vida. Pero, como ya he dicho antes, Fortuna a veces es muy muy puta, pero solo a veces, y al llegar al excusado se topó con una sorpresa cubierta de sangre y heces que le hizo sonreír y gritar de alegría. La periodista, que al parecer no salió del lavabo en ningún momento, había muerto de asfixia al tratar de tragar aquel extraño objeto que, mezclado con el pequeño líquido seminal que había expulsado mi hijo durante la felación (y que de no ser por lo que le paso la habría matado de un cáncer de garganta) había creado una pelota que taponó su tráquea. Pero ahí ni acabó todo, porque como se había desmayado con la cabeza metida en el váter, durante el truco de mi hijo aquel pequeño objeto la había atravesado de arriba abajo, convirtiéndola en un pincho moruno que dejaba escapar por un lado sangre y por el otro heces frescas mezcladas con vísceras destrozadas y algún pelo púbico de mi hijo. En el suelo, entre sus pies, encontró el pequeño aro que tras aquel oscuro viaje olía mucho peor que en el momento de recibirlo, así que decidió no lavarlo, ni un poco, porque merecía tener ese recuerdo para siempre en su mente, ese que decía estate siempre atento, nunca te desconcentres. Lo primero es aquello que amas, y después lo demás ─¿No huele raro? ─fue lo que le preguntó Eva al meterse en la cama aquella noche y hacerle la masturbación de rigor. ─Es que he dado por el culo a un político durante el mitin, y se me olvidó lavarme. ─la libertad sexual era algo lógico, mucho más comprensible que la perdida en boca ajena de un tesoro familiar. ─¿Me dejas saborearlo? Y sí, lo hizo. Se lavó los dientes a la mañana siguiente. 


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