MamadaMorsa
Las acciones deshonestas y tramposas son algo corriente dentro de la carrera hacia el poder. Incluso podría decirse que sin esas oscuras artes, sin ese Te Piso Porque Puedo Y Debo, ser político sería tan aburrido como depilar el entrecejo a tu abuela mientras otro familiar le enjabona las axilas. E igual de patético. Pero hay personas superiores a ello, a las cuales las malas artes de sus oponentes no les acarician siquiera las pelotas; y ese es, claro, mi hijo Virgilio Delfín. El rumor de que les habían puestos micros en la casa corría de oreja a oreja sin control, seguramente porque el encargado de colocarlos, un señor con bigote, gordo como su puta madre y vestido con un mono azul donde podía leerse el logo de su empresa (Espías Gutiérrez: usted viva, nosotros vigilamos), se quedó un par de días en el hogar de Virgi atraído por las drogas, las orgías y, desde luego, las numerosas muertes que día tras día se acumulaban en la lista que estaba colocada en la cocina (y que ya ocupaba dos paredes y parte del techo). Aquel hombre, de nombre Jorge Pérez (el jefe de la empresa era su cuñado) disimuló todo lo que pudo, hasta que durante una cena en la que el agua de Valencia casero se fabricó a toneladas, se le soltó la lengua (incluso chuleó) y se descubrió el pastel; y murió entre terribles sufrimientos mientras le crecía en su interior una Fallera mayor con sus moños y todo. ─Hermanos ─comenzó a decir Virgi mientras Eva le limpiaba los descalzos pies de sangre de bigotudo y la fallera de lamía las pelotas. ─, hemos tenido un topo entre nosotros, y seguramente habrá puesto micros por toda la casa… Todos se miraron extrañados, sin esperárselo (es lo que tiene ir todo el día o drogado o follando, que al final no sabes ni en qué día vives ni qué mierdas pasa a tu alrededor). Eva miraba con desprecio el cadáver reventado del tal Jorge, y deseaba que en el Infierno tuviera su merecido. Que lo tuvo pero ese es otro tema, demasiado perverso y gore como para ponerlo aquí. Lo siento. ─Vamos a tener que inventar un modo de comunicarnos que nadie más comprenda, más que nada porque ponerse a buscar los micrófonos sería un puto coñazo y, la verdad, voy demasiado pedo. ¿Estáis conmigo? Los aplausos no llegaron al nivel de los que recibió el presidente de USA en Independence Day, pero tampoco le importó. Lo primordial era encontrar una clave, una lenguaje propio, algo que sacara de quicio a sus adversarios, así que miró a su alrededor y dio con ello rápidamente. Aquel extraño lenguaje, que identificaron los expertos del Hexágono (el Pentágono se había quedado pequeño) como una mezcla del árabe, el australiano, una pizca de valenciano y un muy mucho de murciano, trajo de cabeza a toda la plana mayor de la inteligencia secreta mundial que, desesperados, llegaron hasta el punto de secuestrar a un seguidor de mi hijo para, a base de torturas tales como leerle en voz alta cualquier libro de Lucia Etxebarría o poner en bucle el último disco de Manu Tenorio, sacarle las claves de tan complicado idioma. ─¡Habla, maldito cabrón! ─ … y entonces, malherida, sintió que solo podía seguir adelante y sufrir penurias, y… ─leía el sargento Pátison de uno de los libros de la “escritora”. ─¡Habla, coño! ─… ayúdame a tenerte, mirarte sin hablar, enredarme en tu pelo… ─la teniente Moore le acercaba el altavoz al desgraciado, al que los ojos empezaban a escocerle y los oídos a sangrarle. Llegó un punto en que el secuestrado, un chaval de apenas 25 años que llevaba sobreviviendo a la casa de Virgi desde hacía meses porque era el que mejor hacía la tortilla de patata, sufrió dos ictus, cinco ataques de diarrea y una mini erección (cuando creyó que el sargento iba a dejar de leer la insufrible novela de la inútil acumuladora de letras) antes de desmayarse y comenzar a decir una sola palabra, solo una, que le puso los ojos como platos a los jefes de la MIERDAS (Ministerio Importante Experto Relacionador De Actividades SocialmentePeligrosas (la última la escribían así solo porque les gustaba las siglas))) ─Repítemelo, ¡trozo de mierda! ─MamadaMors…a. ─¿Qué cojones? ─¿MamadaMorsa? ─repitió la teniente Moore mirando al sargento que, a su vez, miró al director general, Jota Eduardo Juber. Trataron de sacarle más información, pero aquella palabra fue lo único que podía decir, sobre todo porque se les fue de las manos la tortura y el pobre desgraciado se mordió la lengua en un ataque de epilepsia al oír que el sargento Pátison decía “Capítulo 2”. ─Creo que es lo único que le vamos a sacar, señor ─Moore, tras tres patadas en el costado y un intento de paja, dio al cadaver como finado. ─Eso parece, sí ─dijo Juber colocando una de sus manos bajo su mandíbula y la otra en el pecho derecho de la teniente Moore, que se ruborizó y tuvo una erección de pezones. ─. ¡Llamen a nuestros científicos! Los mal llamados “científicos” llegaron a la sala con una jaula llena de monos y una sonrisa maléfica. ─¿Podemos ya experimentar con estos animales? ─Me temo que no, amigos ─eso los desilusionó y empezaron a guardar en sus maletines los utensilios de operación y el soldador mientras los monos sonreían a salvo. ─, lo que al parecer necesitamos son morsas. ─¿Morsas?, ¿no se extinguieron durante el concurso de A Ver Quién Come Mas que organizó Telecinco hace más de un siglo? ─Bueno, esto es alto secreto, pero no se extinguieron todos esos animales; solamente los dejamos bajo mínimos con la esperanza de poder sacar de ellos un beneficio mayor del que normalmente dan. Y visto lo visto, menos mal que alguien tuvo esa idea. Juber comenzó a caminar en dirección a un cuadro en el que unas ninfas le acariciaban el pene a pequeños cupidos erectos y con cara de estar hasta arriba de heroína, y apretó justo en el clítoris de una de ellas. Un dispositivo se encendió y el cuadro giro, mostrado ante ellos un monumental zoo con forma de la cara de Will Smith (por alguna extraña razón la película After Earth se convirtió en una película de culto, quneu tuvieron que pasar unos 300 años) ─Señores “científicos” ─las comillas la señaló con los dedos, ya que sabía que el más listo de ellos apenas había terminado P4. ─, tienen vía libre para hacer lo que deseen con las morsas, ¡pero quiero resultados pronto! ─Sí, señor ─la baba ya empezaba a escapar de las bocas de aquellos mata sanos, cuyas piernas temblaron al notar que unas fuertes erecciones estaban llegando. Las pruebas fueron evolucionando muy lentamente, ya que al tener solo una palabra, MamadaMorsa, los hombres más “listos” de aquel lugar tuvieron que empezar por lo obvio; hacerles mamadas a las morsas. Para sorpresa de Juber, no hubo mucha dificultad por encontrar gente que se animara a chupársela a esos entrañables y apestosos animales, sobre todo cuando corrió la voz de que su semen tenía sabor a uva cubierta de chocolate, pero lo que frenó en seco las investigaciones fueron los bajos instintos que, queráis confesar o no, todos los humanos tienen cuando el acostarse con un animal está a mano. Primeros cayeron en la trampa los científicos, que entre prueba y prueba comenzaron a casarse en secreto con la morsa que se les había asignado, algunos porque las habían dejado embarazadas, y otros porque encontraban orgasmos y nuevas posturas en cada nuevo revolcón que compartían en sus ratos libres. Pero lo verdaderamente preocupante de aquel lio en el que Juber se había metido, y en el que estaba metiendo dinero público sin control, fue que algunos de los involucrados comenzaron a pedir que les permitieran entrar en las jaulas de otros animales, solo con fines científicos, logrando permisos de la noche a la mañana (por eso siempre hay que enchufar a algún hermano en el trabajo) para entrar en la jaula de los elefantes (para los que tenían fetiches con gordas o las orejas grandes) , panteras (el sadismo nunca pasa de moda), ornitorrincos (muy solicitados porque era como follarse 5 animales a la vez) o las aves (todo el mundo sabe que si le agarras de las patas a una gallina, las separas y, mientras te la follas, le cortas la cabeza, el movimiento del animal es fascinantemente estimulante). ─¿Cuánto creen que falta para tener resultados fiables? ─preguntaba Juber todos los días por la mañana a sus “científicos”. ─Denos un mes más ─contestaban normalmente mientras se desabrochaban los pantalones y, con un bote de lubricante con sabor a coco en la mano, sonreían y entraban en las jaulas de los animales mientras cantaban “Doce cascabeles” con un tono de voz muy juguetón. Pasado un año, le hecho saltó a las noticias, y el ala de investigación de la MIERDAS fue desmantelada por desviación de fondos, brutalidad animal, incesto inter-especies y, lo más grave de todos, violación de copyrigth al no pedir los permisos necesarios para cantar a Manu Tenorio y “leer” a la Etxebarria. ¿Y mi hijo? Coño, es verdad… ya se me había olvidado… El idioma que habían inventado era fácil de aprender, imposible de olvidar y dejar de usar y, gracias a que los hombres de Juber secuestraron al gangoso de la casa, siquiera habían comprendido el nombre real. ─Glup Glupglup Gluuuuuuup ─decía Eva con uno de sus seguidores. ─Gluuuuup Gluuuuuup Glupglup Glup Gluuuuuup─contestaba Virgi desde la vagina de otra. Y es que el MamadaMorse, que era una mezcla entre una felación y, mediante chupadas largas y cortas, hacerlas para usar el anticuado sistema Morse, fue lo que, llegado el momento de las elecciones, llevó a mi hijo y a todo su partido, a lo más alto. ─Glupglup Gluuuuuuuup Gluuuuuup ─contestó Eva. Y todos rieron.