Virgi VS Virgin
Hay días en lo que despertarse sí vale la pena. ─¿Y por qué dices ahora eso, mi señor? Porque es la pura verdad. Simple y llanamente. Aquella mañana estaba siendo de esas que valen de verdad la pena ser recordadas, pues a la pedazo de mamada sorpresa que le estaba haciendo Eva, con la ayuda de uno de sus más fieles seguidores (un barrigón retrasado y jovial al que apodaban AnormalDeMierda, pero sin faltar) había que unirle que Yisus no había dado por culo en toda la noche con sus llantos y, como guinda final, el despertador le estaba regalando un gran temazo para salir de la cama. ─Sí amigos ─casi recitaba risueñamente la voz de la radio. ─, este temón llamado “O me das el dinero o te destripo, maldita zorra de mierda de detrás de la caja” es obra de la denominada PeorMejorBandaVivaHastaLaFecha: Los Hijos Bastardos de Lenin. Su último disco, titulado Nos importáis todos una puta mierda va de camino a convertirse en el mejor álbum del verano. A Virgi le gustaba que, debido a sus actos y al miedo que había sembrado en el corazón de sus enemigos, muchos otros rebeldes se habían atrevido a salir a la palestra y, del modo que fuera, hacer su arte sin censura, miedo, ni respeto por el supuesto orden establecido. Solo había algo que a mi hijo no le gustaba; el nombre de la discográfica que estaba ayudando a todos esos locos. ─De nuevo de la mano de Virgin ─el tono de voz del locutor no cambiaba ni un poco, haciendo sospechar a mi hijo si en realidad no era un programa informático. ─, la mejor discográfica del momento; ¡lo ha vuelto a hacer! Sabía que aquel nombre tenía más años de los que nadie era capaz de contar (la ESO era algo obligatorio y, claro, del número 23 muy pocos sabían seguir adelante) pero le jodía que aquella casualidad le hiciera caer en el olvido a él, a Virgi. Así que cuando se corrió contra la pared, construyendo así un nuevo ventanal desde el que podría ver el amanecer mientras enculaba al primero que se dejase, decidió hacer algo al respecto. ─Hay que destruir Virgin. ─¿Está diciendo, mi señor, que debemos destruirle a usted? ─el obeso anormal estaba pidiendo a gritos que la última gota de semen cayese en su lengua y lo dejase mudo, pero supo contenerse. ─No, mi rematadamente anormal amigo. Virgin, la discográfica. ─¿Y eso? ─esta vez fue Eva la que temiendo que dejasen de sacar discos de su banda favorita, Mamones Empalmados en el Geriátrico de Burgos, decidió tratar de comprender el motivo. ─Fácil; porque me están quitando fieles. ─¿Pero podríamos decírselo, que cambien el nombre y ya está, así no dejarían de publicar discos?, ¿sí? ─Eva puso toda la carne en el asador, y de regalo le masajeó los huevos a su amado. ─Bueno… ─era toda una experta en masajes pelotiles. ─vale… Esta vez sí se corrió en AnormalDeMierda, justo en el centro de su barriga, pero la grasa y el vello era tan densa y espesa que no le ocurrió gran cosa. Una lástima La sede de la discográfica, a diferencia de lo que podría pensarse debido a que ya nadie compraba discos, era tan grande como un palacio, en realidad lo era, ya que habían comprado el Taj Mahal, vaciado por completo, y llenado de plantas y despachos, de locales de grabación y pasajes secretos que llevaban a los cantantes pop directamente bajo las mesas de los directivos más influyentes; por eso de no perder el tiempo. ─¿Qué les dirás, gran líder? ─el PutoAnormal (lo habían ascendido) había insistido en acompañarle debido a que nadie más de la secta quería tenerle cerca ni un segundo más. ─La verdad. A veces solo eso es suficiente para destrozar las mentes que se creen poderosas. ─Que sabio sos, mi señor ─mi hijo se prometió matarlo al llegar a casa… o quizá antes. Lo Virgi no sabía, y en realidad nadie pero ya que esto es el pasado os puedo adelantar la sorpresa, es que aquella gran discográfica formaba parte de un plan maligno en el que uniendo fuerzas con las grandes tabacaleras, las multinacionales de la comida basura, los organizadores de peleas de bebés focas y, por descontado, los fabricantes de pañales super-absorbentes con pequeñas fisuras para empantanar a los padres primerizos, crearían un conglomerado fascista y con altas dosis de odio por las razas superiores (los asiáticos, los mejicanos y los canadienses, sobre todo) con el fin de controlar la libertad de los consumidores de entre 00 y 99 años. Y aunque Virgilio Delfín solo quería recuperar el control de su nombre, iba a ser el causante del derrocamiento de uno de los planes malignos más perversos desde aquel que tuvo Lex Luthor en el Hijo Rojo. ─Señorita ─la educación de mi hijo sorprendió a la secretaria, acostumbrada a que ni la mirasen a los ojos al hablar y le tocasen el culo a modo de saludo y/o despedida. ─, querría hablar con el jefe de todo esto, por favor. ─¿Tiene usted cita? ─Sí ─a veces hay que mentir para decir más tarde la verdad. ─Perfecto ─y demostrando la competencia que la caracterizaba, y que hizo que la despidieran unas horas más tarde, le indicó como llegar al despacho del señor Virgin. Que el nombre de la empresa no fuera algo casual, sino que viniera del apellido del superior al mando, hizo que Virgi se enfureciera más, ya que aquello le hacía mucho menos único y, por lo tanto, más cercano al PutoAnormal, que intentaba ligar con la secretaria enseñándole sus inexistentes bíceps y lanzándole con lascivia pelos del sobaco recién arrancados. Ella, demostrando su nivel intelectual, agarró alguno al aire, y le prometió que le esperaría a la salida para comérselo todo. En ese momento Virgilio tuvo claro que lo mataría antes de salir de aquel edificio. Al llegar a la puerta escuchó en el interior del cuarto como unas voces discutían, así que decidió hacer lo más sensato, y tumbó la puerta de una patada. ─¡Pero qué cojones! ─gritó un obeso hombre con bigote que, por la ropa de marca y la gomina que trataba de ocultar su alopecia, tenía que ser el señor Virgin, sobre todo si se le comparaba con los demás, que iban vestido con trajes extraños o del Corte Ingles, o, uno de ellos, en chándal ─Hola. Soy Virgilio Delfín y tenemos que hablar ahora mismo sobre su nombre: tiene que cambiárselo. ─no le apetecióp perder el tiempo, sobre todo cuando tenía en mente un asesinato que ansiaba tanto, porque PutoGilipollasAnormal (había vuelto a ascender), para tocvarle más los huevos, no había dejado de cortarse las uñas de los pies, mientras llegaban al despacho, de un modo tan extraño que es mejor que no os lo diga si queréis seguir durmiendo sin un ojo abierto por miedo a que apareciera debajo de vuestras camas. ─¿Pero de qué puta mierda habla este imbécil? ─el del chándal, que claramente del grupo fabricante de pañales super-absorbentes (por la peste a mierda que expulsaba y la cara de hijo de puta que tenía), señaló a mi hijo con asco mientras miraba a su acompañante, un triste viejo con más arrugas que cara con olor a fritanga de la mala y demasiado colesterol en las arterias. ─Ni idea, pero huele a problemas. ¿No dijisteis que nadie iba a entrometerse? ─Y nadie lo hará, joder ─el engominado le dio la espalda a mi hijo con tanto desprecio como puede tenerle un vegano a un carnívoro; e igual de estúpido. Virgi decidió leerles las mentes, pues aquella situación estaba siendo demasiado extraña, y, claro, se enteró enseguida de los planes de aquellos hombres poderosos. Uno de aquellos reyes del mundo, el que tenía la americana hecha de piel de foca que todavía goteaba sangre, se le acercó con ganas de pelea, y al tercer paso mi hijo le señaló con uno de sus dedos y, al instante, aquel hombre se transformó en un hacha brillante y afilada, idéntica a las que solían usar sus trabajadores en los polos. ─Veamos sí creo haberlo entendido ─Virgilio se armó con el hacha mientras se acercaba a los asustados dueños de la humanidad. El de las tabacaleras sacó un cigarrillo del bolsillo y, con otro todavía entre sus labios, lo encendió con nervios y alguna ventosidad que olía a cáncer de colon. ─, ¿pretendéis hacer que el mundo sea vuestro reino y que el fascismo se apodere de la sociedad? ─No sé cómo cojones lo sabes, mendigo de mierda ─el señor Virgin hizo caso omiso al hacha y se le acercó a mi hijo. Los tenía bien puestos, la verdad… aunque para lo poco que le duraron puestos… ─, pero debes saber que el fascismo es la única manera de hacer que los hombres sean libres, porque si no les esclavizamos, si no les decimos qué deben hacer, pensar, opinar y criticar, ¿qué nos queda? ─Libertad. ─Exacto, ¡una mierda! La misma mierda que ha acabado con todas las civilizaciones antes de la nuestra. La misma que hace que nadie sea feliz porque no hay nadie que se lo garantice. Debemos hacerles esclavos parea tenerles a nuestro lado, ¿si no para qué sirve el poder? El extraño discurso no hizo mella en mi hijo, que iba girando el hacha como si fuera un pompón de animadora. ─Pues creo que si queréis ser auténticos fascistas, si pretendéis que vuelvan aquellos tiempos, no sois ni vais vestidos como deberíais, ¿no? Un chasqueo de dedos inició una transformación indolora y que ninguno de sus adversarios notó (y mucho menos el hacha) y que, poco a poco, les hizo adoptar la apariencia del mayor mentecato de la historia de la antigua España: el teniente coronel Tejero. Además del bigote y en tricornio mi hijo les hizo adoptar su voz y la facilidad a la hora de apretar el gatillo, lo que les hizo comenzar, sin que ninguno supiera porqué ni cómo, un tiroteo que los mató al instante sin siquiera comprender lo que estaba pasando. ─Querido señor, lo de hoy ha sido muy poco inspirado, ¿no cree? ─¿Por qué lo dices, PutosGilipollasYPutoAnormal. ─Hay poca sangre en el suelo, pocos cadáveres… ¿no estará perdiendo su mojo, mi señor? ─Bueno… ─las promesas más importantes y que jamás hay que olvidar son las que uno mismo se hace, porque sin ellas no tenemos más inteligencia o palabra que un gato, así que Virgilio Delfín, con mucha calma, colocó su mano sobre el hombro de PutoGilipollasDeMierdaLamePollasDeMierda y, sin pensarlo, se dejó llevar. ─Bueno… hermano… ─comenzó a decir mi hijo al tiempo que, una vez se desmayó el obeso idiota, comenzó a darle hachazos en la cabeza y el vientre y la entrepierna y los brazos y piernas, convirtiendo en apenas 5 minutos algo grande, grasiento y con olor a sudor, en una masa informe y humeante con la misma utilidad que, bueno, su anterior forma. ─, a veces lo que menos te esperas, lo que nadie puede ver venir, es lo que mejor se recuerda. Decidió orinarle encima y, como le daba algo de pena la secretaria de la puerta, agarró el minúsculo pene del ExPutoGilipollasPutaMadreQueLoParió y se lo lanzó en la cara al salir del edificio. ─Que aproveche, guapa ─y le guiñó el ojo con picardía.