50 centímetros de Vikingo
Lo malo de jugar con la muerte de una forma tan poco respetuosa como solía hacerlo Virgi es que corría el peligro de cabrearla. Y si ya la muerte al natural es jodida, no queráis saber que es tenerla delante con pocas ganas de ayudarte y muchas de hacerte sudar de terror. Por suerte mi hijo no solo era una persona con muy poco miedo por lo que pudiera pasarle, además todo lo que significase golpearle y tratar de conseguir que su día se torciera, directamente, se lo tomaba como un juego, algo divertido que contar después de unos años. La importancia de las cosas depende íntegramente de la cantidad de atención que le des. Así que cuando la muerte llamó a su puerta para ponerle las cartas sobre la mesa, además de pillarle en medio de (como no) una de sus patentadas orgías, estaba teniendo un día muy bueno y, desde luego, aquella visita no iba a joderle el plan. ─¡Ei, tía! ─fue el modo de dirigirse a ella en cuanto abrió la puerta, que coincidió con una eyaculación que atravesó el espectro de su amiga. Esta, en lugar de molestarse, decidió que entraría en la casa quisiese mi hijo o no. ─Tomaré zumo de tomate ─nada más dijo mientras se sentaba en el sofá tras apartar a una pareja que hacían el trenecito con un cachorro de doberman. ─¡Marchando! ─en buen humor muy poca gente podía ganar a Virgilio. La muerte observaba a su alrededor, sonriendo de vez en cuando al darse cuenta de que muchos de los cuerpos que le rodeaban eran nuevas almas que conocería al volver a casa. ─Te vas a quejar, ¡de momento ya llevamos 10 fiambres!, ¡¡y llevamos solo una hora de fiesta!! El hecho de que fueran las 10 de la mañana no fue lo que le sorprendió a la muerte, sino algo que seguramente, y no mintáis, muchos de vosotros seguís sin comprender. ─¿Y cómo logras que tanta gente se una a tu causa si los matas a una velocidad mayor a la que entran? ─Dos palabras, mi querida amiga ─Virgilio señaló detrás de él, justo donde Eva estaba sentada amamantando al pequeño Yisus. ─Cocaína Gratis. Tenemos un par de habitaciones llenas de la vez que la hice nevar, y claro, el boca oreja es muy apetitoso y como solo hay una posibilidad entre 50 de que te toque a ti morir, son muchos los que se unen a mí y aceptan todas mis órdenes. ─¿Así que la gente solo acepta el destino que seguramente les darás por droga? ─Al menos yo doy droga, amiga mía, otros solo prometen respeto, dignidad, y demás chorradas por el estilo, ¡y la gente se lo cree! Siempre lo he dicho… ─Lo digo yo, cariño ─Eva, desde su reciente maternidad, se había vuelto muy poco permisiva con las chulerías de mi hijo, seguramente porque una cosa es dejarle hacer, y otra que te robe en la puta cara. ─Cierto, amor. Lo siento… como dice Eva: Solo hay que darle a la gente lo que cree querer, lo que cree necesitar, para que sean tus eternos esclavos y hagan todo lo que les dices. ─Exacto ─susurró Eva. ─Sí ─comentó Virgi. Después de un par de minutos de silencio, en los que nadie recordó porqué estaban ahí, fue la muerte la que dejó de salivar por las almas que le esperaban en casa y recordó. ─Oye, Virgilio, estoy aquí porque no me gusta que juegues tanto con mi trabajo. Aquí el que decide quién muere y quién no soy yo, y de vez en cuando dejo que algún asesino juvenil o un terrorista o gobierno mate sin freno, pero es que lo tuyo ya empieza a ser demasiado. Entre los que matas, los que resucitas, y los que llegan al Limbo sin saber siquiera que han muerto, ¡joder!, se me amontona la faena y no puedo ni seguir mis series favoritas. ─¿Por qué temporada vas de Vikings? ─Pues… por la mitad de la segunda. ─Te va a chiflar cuando la palma el hijo en la batalla del final ─dijo Virgi como el que suelta un pedo. Hay muchas cosas intocables, como la familia, los amigos, o el trabajo (para los que no tienen nada más en su vida), pero con las series y películas, con los spoilers, ¡eso!, ¡¡eso no se toca! ─Tú lo has querido, Virgilio Delfín… tú lo has querido… Muerte, además de todo lo que ya se sabe de ella u os acabo de contar, tenía una obsesión muy profunda con los vikingos, seguramente porque su primer novio fue uno de ellos, un dios menor de los que no hacen películas ni escriben comics, y le marcó de por muerte (guiño, guiño). Por eso, loca de odio y de rencor por lo que mi hijo le había soltado, esa bomba que situaba a uno de sus personajes favoritos a muy pocos capítulos de estar junto a ella, decidió que mataría dos pájaros de un tiro; vengarse de Virgilio y echar un polvo (que buena falta le hacía). Hacer lo contrario de lo que deberías hacer en tu trabajo no solamente está en manos de los políticos, los policías, los cantantes de pop o del arquitecto Calatrava, todos, si nos lo proponemos, podemos llegar a hacer un giro de 180 grados y poner patas arriba toda nuestra realidad, igual que hizo Muerte cuando, tras dos buenos golpes con la palma de su esquelética mano contra el suelo, resucitó a todos los vikingos que, hace muchos años atrás, murieron en territorio español; que resultaron ser varios miles de cientos. ─¡Así aprenderás a no joderme las series! ─berreó fuera de sí la Muerte mientras dirigía a su nuevo ejército de pelirrojos hacia la casa de mi hijo. ─¡Pues veras cuando el padre de la protagonista muera en manos de su hijo! ─le contestó juguetón y preparándose para la lucha. ─¡NOOOOOOO HIJODELAGRANPUTA! ─esas palabras de mi hijo enloquecieron al nivel 98 de la escala McEnroe a la Parca. ─¡NO DEJÉIS A UNO VIVO! Los vikingos, armados simplemente con sus monumentales penes de 50 centímetros de largo y 5 quilos de peso, que hacían girar como si fueran el martillo de Thor (que de ahí viene la inspiración de los comics) corrieron enfurecidos hacia el edificio en cuestión, mientras la Muerte lo observaba todo al tiempo que se beneficiaba al más fuerte y varonil de los nuevos resucitados. ─¡SI, JODER, DESTRUIDLO TODO, NO PARES, COÑO, NO DEJÉIS A UNO… HASTA EL FONDO JODER SÍÍÍÍÍÍ! ─las ordenes eran erráticas y orgásmicas, pero a esas alturas ninguno le estaba haciendo caso (si exceptuamos al que estaba penetrando el agujero de la cadera de la Parca, que lo estaba gozando cosa mala). Cuando el choque de penes contra el muro de la casa de Virgi hizo que los primeros ladrillos se cayesen (y habrían caído muchos más si mi hijo no hubiese usado un hechizo de protección en su morada), Virgilio comprendió que estaban en verdaderos problemas, y que con aquello enemigos era difícil discutir nada o tratar de matarlos a base de lechazos, ya que los suyos estaban a su altura y, si uno empezaba, el otro le seguiría, acabando todo con ninguna muerte pero si con una incomodidad pegajosamente dura. ─¡Hermanos! ─gritó Eva después de dejar a Yisus en su cuna bien dormido y lleno de leche maligna (de la lactante, no seáis burros). ─, estos enemigos no son como ninguno de los que hemos tenido antes, así que recordad lo que os enseñamos para estos casos, ¿¡sí!? Las miradas de completa incomprensión estaban ligadas al hecho de que el día que lo explicó, todos, sin excepción (y eso incluye a Virgilio), estaban hasta arriba de ácido, y el seminario de escape que Eva había estado currándose durante un mes (con diapositivas y todo) cayó en saco roto. Así que Eva tuvo que improvisar y, como buena líder y madre del nieto de Satanás, decidió correr ella el peligro y enfrentarse sin miedo a los vikingos. ─Eva… ─Virgilio, no me detengas, sé que puedo hacerlo, pero si algo me pasase… ─¿Dónde dejaste el mando a distancia?, es que no lo encuentro y… por si te pasa algo… ─En la mesa que está en frente de la tele… ─Gracias amor. Que te vaya bien ─y se cruzó de brazos, atento a como Eva iba a salvarlos a todos. ─Puta mierda… ─el susurro de Eva quedó enmudecido por los golpes de pollas contra la puerta principal, a donde se dirigió mientras se quitaba toda la ropa por el camino. Cuando abrió la puerta los ojos de los enemigos se abrieron a niveles imposibles y toda su sangre se dirigió sin control hacia los monstruosos pedazos de carne que arrastraban por el suelo, que comenzaron a crecer como anacondas tuertas con mucha hambre. ─¿Esto es lo que queréis? ─la sensual voz de Eva no fue escuchada por casi nadie, pues su completa atención estaba centrada en los 200 pechos (obra de uno de los primeros encantamientos que había aprendido) que le habían crecido y que, como una baraja de cartas, se extendían uno sobre el otro expectantes de ser tocados y mezclados. La orgía de 1 contra casi un millón de monstruosas pollas pelirrojas duro apenas 40 horas, en las cuales el charlo de semen alcanzó la profundidad del Nilo y la cantidad de toneladas del océano Pacífico. Eva, por su parte, acabó cubierta de esencia milenaria, al igual que la Muerte, que, por descontado, había perdido sus dos piernas y parte de la mandíbula en el polvo que había echado. ─Esto tenemos que repetirlo ─dijo la Parca mientras le pasaba un cigarrillo a Eva. ─Joder si hay que volverlo a hacer. Y así, por una vez, la guerra se había vencido de verdad con el amor, sin necesidad de hippies, flores, canciones pop o promesas de futuro. Por una vez, el sexo duro, sucio, real, había salvado el mundo.