champiOns
Que el ser humano se obsesione por algo es sano; es necesario. Estas obsesiones hacen que sean capaces de seguir con su vida ignorando lo que es de verdad importante, que suelen acabar sacrificado, y lance todas sus energías/rabia en direcciones mucho más sanas y que consiguen que se les olvide que sus vidas son una puta mierda. Hay un dicho que me encanta, y que es algo así como “Primero debes limpiar tu cuarto”. El problema es que ni saben, ni quieren, ponerse a ello por un tema de simple comodidad y negación personal. ¿Por qué para que arreglar los problemas personales si es más sencillo decirle a la gente lo que debe hacer para entrar en los baremos que la turba dicta? ─Mi señor ─el nuevo chico de los recados de la casa, un escuálido chaval de apenas 20 años, idealista, correcto, y virgen, daba golpecitos en el hombro del sudoroso hombro de mi hijo, que trataba de colocar en su lugar una cuna de mármol que Eva se había empeñado en construir para Yisus. ─Dime… tú ─aquello le vino de perlas a Virgi, pues estaba ya hasta los cojones de empujar aquel enorme trasto. ─Sus demás siervos y yo queríamos pedirle permiso para poner esta noche el partido de futbol… y me llamo Esteban. ─¿Futbol? ─Sí. Ese deporte en el que hay que meter un balón dentro de la portería contraria más veces que el rival. ─¿Ese en el que el graduado escolar no es necesario para jugar? ─Con haber nacido, y tener piernas, ya les vale a la gran mayoría, mi señor. ─¿Y por qué queréis verlo? ─Es la final de la Champions… y se dice que va a haber tongo y queríamos verlo con nuestros propios ojos. Tras todas las masacres que Virgilio le había hecho sufrir al mundo, estaba claro que como una cucaracha sin cabeza el futbol no iba a dejarse eliminar tan fácilmente. Los pobres humanos necesitaban ese dichoso juego para evadirse de sus problemas y olvidar que vivían rodeados de “iguales” que les odian o envidian y, directamente, solo son un estorbo para su felicidad. Así que la FIFA (en realidad un solo hombre llamado Ataulfo y que, sediento de dinero y emociones fuertes, se lio la manta a la cabeza y consiguió iniciar de nuevo todo el lío) había vuelto a nacer, y aunque solo había 5 equipos en todo el planea (y dos de ellos eran de raza asiática) aquel año la liga de campeones había pegado fuerte en la emoción general. ─¿Y quién juega? ─Los Pub ─debido a que ya no había ciudades propiamente dicha, los equipos llevaban el nombre del lugar donde se había iniciado su nueva andadura. Y los ingleses son muy ingleses ─, contra los Alterne. ─Así que los Alterne, no sabía que los sobornos seguían existiendo. ─Pues sí, mi señor. Los Alterne, que eran un atajo de pijos inaguantables con más músculos que cerebro y cuyas parejas eran, si cabía, mucho más estúpidas, se habían hecho celebres por estar rodeados siempre de una intriga mafiosa, debido a que tanto los árbitros como sus contrincantes (algunos de ellos) parecían sufrir accidentes o cegueras temporales solamente cuando a los Alterne les venía bien. Así habían llegado a la final, y así, casi seguro, iban a ganar. ─No nos vendrá mal un poco de desconexión. Agota mucho tanto arriba y abajo matando y destruyendo civilizaciones. ─El genocidio es agotador. ─Exacto ─aquel chico iba a ascender rápidamente. Y también morir pronto. ─. Organicémoslo todo. El escaqueo de mi hijo en sus tareas como padre ya estaba siendo muy poco disimulado, pero tranquilos porque Eva se lo iba a hacer pagar. Quizá dentro de uno o dos episodios… Con toneladas de cerveza, patatas, un par de seguidorxs (mira que es ridículo poner una X, ¡joder!) yendo de mesa en mesa practicando sexo oral indiscriminadamente, y muchas ganas de pasarlo bien, el hogar de Virgi se llenó de seguidores de su culto y, como era de esperar, de ajenos a su causa pero muy enganchados al deporte rey. ─¡Y comienza el partido! ─dijo el periodista encargado de retransmitir el encuentro. No voy a entrar en todos los detalles de lo que pasó, sobre todo porque no me acuerdo bien debido a que pude camuflarme entre los humanos y ponerme tibio a cerveza, pero sí que estaba clara una cosa: los Alterne habían terminado de vaciar sus arcas sobornando al portero de los Pub. Ni lágrimas ni las caras de sorpresa eran tan reales como pretendían ser, y lo peor era que nadie cayó en la cuenta de ello. Solo mi hijo y su técnica de lectura mental, en la que pudo ver como el guardameta planificaba sus vacaciones y la ampliación de su hogar mientras abrazaba con pena a sus compañeros y recibía los aplausos del público. ─Esto es una vergüenza… ─Mi señor, solo han tenido suerte. Y me alegro de que así haya sido porque si llegan a perder los hubiéramos tenido que aguantar durante mucho más tiempo. ─Así que ansían tener muchas copas… ¿no? ─Adelante, mi señor ─ese chico iba a ascender muy rápidamente, estaba claro. Virgi se puso en pie y apretó fuerte las tripas, concentrando todo su poder en los intestinos, que acabaron expulsando de su cuerpo una muy fuerte ventosidad que hizo temblar el suelo y, bajo tierra a una velocidad endiablada, llegó hasta el campo de futbol, donde la locura se desató. La fijación por mi hijo porque la mejor forma de que un humano no olvide algo tiene que ver con la cantidad de dolor que reciba en su ano, se materializó en el campo de futbol, cuando los Alterne gritaron de dolor mientras se arrancaban sus pantalones y trataban de adoptar posturas cómodas (lo cual era imposible) para el regalo que Virgilio Delfín les había enviado. Primero salieron las asas, y, como un niño que nace de culo, les siguieron el resto de la copa que, brillante como un amanecer primaveral, reventó los millonarios anos y se amontonaron en mitad del campo de futbol, mostrándose ante el mundo como una especie de pasarela de modelos. El césped, antes verde, se comenzó a teñir de marrón y rojo mientras los futbolistas se revolvían en el suelo empapando sus carísimos peinados de aquella mezcla infame de mierda y sangre “divina”. Uno de ellos, el más famoso y musculado y descerebrado, comenzó a golpearse el pecho como un orangután mientras gritaba no sé qué sobre que era el mejor del mundo y que nadie podía hacerle sombra. Bla, bla, bla. Uno de esos golpes le causo un infarto, y cayó de bruces sobre una mierda fresca, y cubierta de césped y restos de langosta, que pertenecía al más joven jugador de su equipo. ─Mi señor… aún queda la segunda parte. ─Pues ─Virgi miró el televisor, donde el mejunje atroz seguía creciendo y solidificándose en algunas zonas como pequeños espigones con tropezones de comida sin digerir. ─más les vale que hayan traído canoas, y mucho desodorante.