Ratatatatatatatatatata
El único problema de tratar de destruir una especie en más de una ocasión es que esta, normalmente inferior, acaba con las pelotas muy hinchadas y armada hasta los dientes por miedo a que vuelva a suceder. Entonces deja de ser algo microscópico, algo en lo que solo piensas con pena e ira y se convierte en un enemigo peligroso a batir. ─Mi señor ─una de las vírgenes preferidas de Virgi se asomó levemente a la habitación de su líder, a pesar de haber un calcetín colgado del picaporte y oírse desde fuera la banda sonora preferida de mi hijo a la hora de hacer el amor con Eva; un remix de temas black metal mezclados con pop irlandés y punk inglés, lo que le daba al acto en sí unos cambios de ritmo idóneos para que la penetración resultase salvaje y cercana al mismo tiempo (así que ya os estáis bajando canciones como locos) ─Lo del calcetín nadie lo entiende, ya te lo dije, querido ─comentó Eva, que estaba a cuatro patas con su amado detrás dándole buen amor y a Yisus tumbado bajo ella, que mamaba de los pechos como un lobo hambriento. ─Pues mira que en las películas de los 80 todo el mundo lo hacía. ¿Qué le ha pasado al mundo para perder una costumbre tan perfecta y entendible? ─¿Pestillos y cerraduras? ─Ordenaré que me pongan 5 de cada en la puerta. ¡Y tú!, ¡¿qué quieres?! ─El mundo está armándose hasta los dientes para atacarnos en breve, mi señor. ─¿Y cómo sabes eso? ¿El pirateo de la radio de los ejércitos y policías de todo el mundo ha surtido efecto? ─Bueno… lo están diciendo en la tele cada minuto; incluso hay una cuenta atrás. Aquella chulería global hizo a mi hijo temer que la raza humana hubiera aprendido la lección de una vez: tener miedo solo sirve para que no te respeten. ─Muéstramelo… ─Mi señor… ─la chica señaló la televisión de plasma de 60 pulgadas que tenía mi hijo en la pared de su dormitorio, donde el tátaratátaratátaranieto de Matías Prats, que debido a su manía de meter chistes en cada noticia se ganaba la vida más como monologuista que como periodista, hablaba de cómo estaban de cerca los submarinos, aviones, tanques, y hasta la puta caballería Mongol del hogar de mi hijo, e incluso el título de la cuenta atrás que había comentado la virgen llevaba como título: LO QUE QUEDA PARA DARLE BIEN POR EL CULO A VIRGILIO DELFÍN. ─Mierda… ─no es que tuviera miedo, pero si ante un ejército, que en realidad era el puto planeta, no sentías un poco de respeto es que, en definitiva, eras un anormal profundo. Mi hijo estaba seguro de su inmortalidad, pero no le apetecía sufrir demasiado aquel miércoles (nunca le habían gustado demasiado), así que se levantó, le dio un beso en la frente a Yisus, otro en la vagina a Eva, y le dijo a la virgen. ─Encended en video; si lo que quieren es una guerra la van a tener. Entre la colección de cintas de ciencia ficción se había colado una buena decena de títulos relacionados con la guerra. Rambo, Apocalipsys Now, La Colina de la Hamburguesa, La Chaqueta Metálica, y un par más de las llaman “imperdibles”. ─No estará pensando… mi señor… ─Sí ─la virgen pensaba en que una sesión de cine en aquel momento no era la mejor idea, sobre todo teniendo solamente 10 minutos para que comenzase el ataque, pero Virgi iba a la suya. ─, voy a utilizar como inspiración para mi respuesta estas películas y sus tácticas de combate ─lo cuál significaba, en la mayoría de los casos, disparar sin mirar a dónde, pero bueno. ─, así que abre la ventana que quiero que el mundo escuche las bandas sonoras. Dicho, hecho, y empezada la respuesta por parte de mi hijo. El problema con el cine es que, normalmente, solo hay un pequeño grupo de protagonistas, o uno que va por libre, lo cual hacía que el ejército de mi hijo se viera superado en número, pero la violencia de los aliados de mi hijo era tan elevada que con solo media hora tuvo suficiente para detener las intenciones de sus enemigos y, ya puestos, pasar una tarde bastante agradable. Porque, visualizadlo: ¿cómo os quedaríais si, al subir una montaña, os toparais con un grupo de soldados más muertos que vivos armados hasta los dientes y sin ningún miedo por morir con tal de tomar el siguiente metro?, ¿o al toparos con un zumbado casi desnudo con un arma que apenas puede sujetar de lo grande que es y que, además, le costase pronunciar cualquier insulto o grito de guerra que se le pasara por la cabeza? ¿Y qué me decís de tener delante a Marlon Brandon borracho como una cuba y lanzando trozos de espejos y de cuerpos de muertos al tiempo que no deja de rodar y rodar en dirección a sus enemigos usando la fuerza gravitacional de la gordura supina que presentaba?, pero sobre todo: ¿y si mi hijo hubiese pinchado las televisiones globales y estuviera emitiendo para todo el mundo la orgía que había organizado en apenas cinco minutos donde, entre envestida y envestida, dirigía la cámara a la televisión donde se podía ver, en bucle, la actuación de Tom Cruise en Nacido el Cuatro de Julio? Todos sabemos que vomitar hasta la muerte no es algo que nos guste especialmente. Así que entre los tiros e insultos de la versión Virgilia de Rambo (y sus exabruptos ininteligibles y llenos de salivazos y balas del tamaño de bebes recién nacidos), la obesidad y estado etílico del señor Brandon, y la cara de anormal integral del Soldado Patoso (al que simplemente soltaron por ahí para que, con sus suicidios, desmotivara a las tropas enemigas), el planeta comprendió que ganar a Virgilio Delfín no estaba ligado con las armas ni con la forma más efectiva de rodearle, y que era imposible de todas las maneras inimaginables de acabar con él de un modo normal y con reglas escritas y aprendidas. ─Mi señor, los enemigos se alejan ─dijo la ex virgen mientras un negro que calzaba 30 centímetros la hacía ser finalmente una mujer. ─, y tú no pares por nada del mundo ─añadió en dirección a su nuevo amante. ─¿Viste Eva, como nadie podrá jamás destruirnos? Nuestro Yisus crecerá feliz, sano y… ¿dónde está por cierto? ─Em… estaba aquí, ¿no? El mundo, su ejército, habían logrado su objetivo, y solo habían perdido la mitad de sus efectivos y millones en balas. El talón de Aquiles de mi hijo, lo que le iba a hacer rendirse (según los simples humanos y su idea del amor verdadero) estaba en su poder: su hijo Yisus.